Dineros calientes de la USAID

El congresista norteamericano Scott Perry, en su cuenta X, ya venía denunciando lo que ahora nuevamente salta entre un sinfín de escándalos: “La USAID financió con más de 697 millones de dólares a Boko Haram, Al Qaeda (…) financió los campos de entrenamiento para estos terroristas. En Afganistán y Pakistán también financió el terrorismo con falsos programas”.
Una fuerte y controvertida denuncia realizada en años anteriores, ahora, en 2025, recobra fuerza en medio del cambio total de la política internacional de los EE. UU. bajo el gobierno de Trump.
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A inicios de febrero de este año, el nuevo inquilino de la Casa Blanca, entre muchas decisiones que ha tomado en su primer mes de gestión, adoptó la radical postura de cerrar la Agencia para el Desarrollo y Cooperación Internacional USAID.
Afirmó con vehemencia que gran parte de los fondos de esta Agencia se han utilizado de manera fraudulenta, sin un retorno beneficioso para los EE. UU.
Esta entidad fue creada en 1961, constituyéndose en un mecanismo que, bajo el amparo de una “ayuda internacional”, se había traducido ya en un perfecto mecanismo de injerencia política en diversos países. El objetivo no era otro que alcanzar los intereses de los EE. UU. en las regiones consideradas estratégicas para el país del norte.
No son pocos los casos que dan cuenta y ratifican esta afirmación: el golpe de Estado e instalación de una dictadura en Chile, derrocando al Presidente electo Salvador Allende. Más reciente y bajo una lógica similar, se destacan casos como el apoyo e impulso al fallido golpe de Estado contra el entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en el año 2002. El apoyo e injerencia se extendió al año 2006, 2009 y posteriores.
Es de recordar que estas acciones de injerencia se han reiterado por toda la región. Solo por referir casos del continente, motivaron la expulsión de la USAID de Bolivia por apoyo a la oposición en la creciente desestabilización del gobierno de la época (2013). Lo mismo hizo, en su momento, el entonces presidente de Ecuador, Rafael Correa, al expulsar a esta agencia de su país (2014).
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En Cuba, por ejemplo, la USAID financió acciones de desestabilización mediante el uso de redes sociales, en el caso denominado ZunZuneo. La lista de acciones es larga y las denuncias profundas.
Tal vez uno de los actos de mayor injerencia ha sido el de apoyar y orientar procesos formativos dirigidos a servidores públicos, jueces, fiscales, organizaciones sociales, pero sobre todo a medios de comunicación.
Casi 500 millones de dólares fueron destinados a través de la ONG Internews Network (IN), incidiendo en una amplia red de medios y consolidando narrativas afines a los intereses de los EE. UU. Es decir, terminó financiando una amplia red de manipulación y propaganda.
“Se ha develado incluso cómo la USAID ha sido clave para activar procesos de desestabilización contra el gobierno de Venezuela”
Este amplio mecanismo de manipulación ha resultado ser muy efectivo para atacar y desestabilizar gobiernos no alineados con los intereses de los EE. UU. generando una matriz de desinformación y una serie de acusaciones sin fundamento, pero editadas de manera creíble para incentivar el odio. Fue el caso del proceder contra el presidente Zelaya de Honduras, Fernando Lugo de Paraguay, Dilma Rousseff en Brasil, y atacar todo lo que se oponga a sus intereses.
Se ha develado incluso cómo la USAID ha sido clave para activar procesos de desestabilización contra el gobierno de Venezuela, con participación de actores legales e ilegales, y matrices mediáticas desde Colombia, como se hizo durante el gobierno de Iván Duque, cuando se gestó el entramado de acciones desestabilizadoras y de profunda corrupción.
Ahora bien, esta lluvia de información que sale a la luz pública, algunos secretos a voces, otros datos inéditos, no implica nada satisfactorio a mediano plazo, es solo el cambio de una política exterior centrada en la amenaza, la coerción, la extorsión y que premia la indignidad y la sumisión. Esto que nos quede claro.
Sin embargo, esta gran cantidad de información nos resulta de gran valor.
Colombia figura entre los países con mayor “apoyo incondicional” de esta finada agencia, recursos que fueron destinados, entre otros, a la implementación del acuerdo de paz de 2016, apoyo a las investigaciones y labores de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), apoyo al tema de tierras, frontera, proyectos en regiones estratégicas, etc.
Es bueno tener presente y traer a la memoria los informes presentados ante la Comisión de la Verdad en el año 2020, uno en especial titulado: “Desde el inicio hasta el final. Estados Unidos en el Conflicto Armado colombiano”. Nos deja el interrogante, luego de leerlo, pues, quien ha sido impulsor desde tiempos atrás de la guerra en Colombia, sin más, funge ahora como impulsor “desinteresado” de la Paz.
No podemos pasar de largo y estamos obligados a mirar con atención los receptores de «dineros calientes» del «amo del Norte»: las ONG, algunas organizaciones sociales y hasta instituciones del actual Gobierno, que lamentan la decisión de Trump. Piensan que la gente se traga el «sapo» de que esos dineros vienen con destinos bien intencionados.
Autor: Antonio García

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