Hamas en la Asamblea General de la ONU

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La Intransigencia Sionista durante los tiempos de Sadat y de Hamas

Durante la semana de Alto Nivel en el marco del octogésimo periodo de sesiones de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (22 – 30 de septiembre de 2025), sucedieron muchos eventos interesantes y divertidos, como por ejemplo el famoso “Escaltor-gate” del Señor Trump, la famosa frase “todos sus países irán al infierno” del mismo señor, y el desértico salón de reuniones durante el discurso del carnicero de Tel Aviv. Igualmente, fue bastante agradable escuchar al Presidente Gustavo Petro descargar décadas de frustración con el imperialismo estadounidense, de manera reminiscente de los discursos de Nasser, Fidel y Ernesto Guevara.

No obstante, lo más relevante de las reuniones de la ONU, fue la Conferencia de Alto Nivel sobre la Solución Pacífica de la Cuestión de Palestina y la Aplicación de la Solución de Dos Estados, junto con la oleada de países occidentales que reconocieron el Estado de Palestina. A pesar de lo positivo (aunque simbólico) de este gesto – uno que se da con décadas de retraso – todos estamos bastante claros que estos reconocimientos fueron meras expresiones de un triste esfuerzo para “vengarse” de las humillaciones infligidas por el Señor Trump. Los tristes líderes europeos solo se “dieron cuenta” que es un genocidio, un año y medio después de su intensificación, y solo a raíz de la necesidad de absorber un poco de la ira en sus calles, por el holocausto sionista y el rol europeo en este.

Entre estos países, fue interesante la estrategia pro-sionista de Nueva Zelandia. Nueva Zelandia hizo lo posible para mantener una postura que le agrade a Tel Aviv, pero sin quedarse tan lejos de las demás capitales europeas y de Camberra (Australia), por lo cual generó en su ponencia en la ONU, una narrativa interesante para tratar de ocultar su fidelidad al sionismo. Wellington (la capital de Nueva Zelandia) decidió no reconocer a Palestina, porque aparentemente “el reconocimiento en este momento está sujeto a la manipulación política tanto de Hamás como de Israel. Hamás intentará presentar nuestro reconocimiento de Palestina como una victoria, como ya lo ha hecho en respuesta a los anuncios de sus socios. Israel argumentará que el reconocimiento recompensa para Hamás y que elimina la presión sobre ellos para liberar a los rehenes y acordar un alto el fuego. Por lo cual, no estamos preparados para hacer ese gesto…con una guerra en curso, Hamas todavía en el poder y sin claridad sobre los próximos pasos, creemos que no ha llegado el momento”.

Casi todos los occidentales han repetido variaciones de este mismo argumento, aunque nunca demuestran el coraje para subrayar que el acto de desistir de reconocer al Estado de Palestina, sería efectivamente una recompensa para Tel Aviv, y estaría eliminando la presión sobre los sionistas para liberar a los prisioneros palestinos (son miles de estos, no uno puñado, como es el caso de los sionistas), aceptar el cese al fuego y suspender el genocidio. La excusa, como siempre, es “Hamas”: es la palabra mágica que se emplea para justificar todo lo que se les hace a los palestinos.

Los occidentales no pueden proceder a reconocer el Estado de Palestina, ni tampoco expresar algo positivo sobre esa causa, sin primeramente denunciar y condenar el “monstruo” que es Hamas y todas sus reprensibles acciones, desde su existencia y hasta la actualidad, colocando el énfasis naturalmente en las operaciones del 07 de octubre de 2023. Sin condenar a los “terroristas”, nadie puede proceder a decir cualquier cosa sobre el Medio Oriente. Primero se tiene que denunciar a Hamas, y solo después sería prudente opinar sobre cualquier conflicto en la región, o quizás algo más atrevido, como criticar una acción u otra del sionismo.

Los neozelandeses buscaron en su discurso una manera para proyectarse como “equilibrados” y “amantes de la paz”, y la encontraron con la figura del ex Presidente egipcio Mohammad Anwar el Sadat (1970 – 1981). Wellington señaló en su discurso que “fue un liderazgo valiente el que impulsó al presidente egipcio Anwar Sadat a dirigirse a la Knesset en Jerusalén, en noviembre de 1977, para ensalzar la paz. Sadat pagaría el máximo sacrificio por su valentía, pero su país se benefició de su coraje en las décadas transcurridas desde entonces.”

Se les olvida a los neozelandeses, o quizás lo omiten intencionalmente, que para esa visita del Presidente egipcio al Knesset en las tierras palestinas robadas, fue necesario previamente una guerra en la cual El Cairo le tuvo que enviar a Tel Aviv casi 3.000 muertos y muchos más heridos, para que la Entidad Sionista cambie su inflexible y altamente arrogante postura, y tome el camino de las negociaciones serias, muy al contrario de su postura entre los años 1967 a 1973, cuando se mantuvo – por diseños de Washington – un estado de “No-Guerra y No-Paz”, conveniente para Tel Aviv y Washington, pero desastrosa para todos los árabes, incluso hasta para los europeos, quienes dependían del canal de Suez.

Se les olvida muy convenientemente a los neozelandeses y al resto de los occidentales que la posición de los palestinos antes del 07 de octubre de 2023, era muy semejante a la situación de los árabes – particularmente los egipcios y los sirios – antes del 06 de octubre de 1973, y a raíz de estas semejanzas, el partido y movimiento político de Hamas se encontró obligado a hacer lo mismo que Sadat y El Assad tuvieron que hacer, ya más de cincuenta años antes.

En 1967, los sionistas iniciaron una agresión contra todos sus vecinos, atacando a Palestina, Egipto, Jordania y Siria. Todas estas perdieron parte de sus territorios. El presidente egipcio Gamal Abdel Nasser (1954 – 1970), y luego su sucesor Anwar el Sadat, hicieron todo lo posible a través de la diplomacia y las negociaciones internacionales, para destrabar la compleja e intransigente situación pos guerra que impuso la Entidad Sionista, después de su hurto de los territorios árabes en 1967. Entre 1967 y 1973, todas las iniciativas en el Consejo de Seguridad de la ONU que llamaban a las negociaciones y a un retiro parcial de los sionistas de los territorios árabes ocupados, fueron vetadas por Estados Unidos.

De acuerdo con el periodista Mohammad Hassanein Haykal (mano derecha de Nasser y Sadat), el gobierno egipcio de Nasser entendió claramente a través de la política multilateral y la diplomacia con las potencias occidentales en el periodo 1967 – 1970, que la potencia principal que planificó y aprobó la agresión de 1967 contra los árabes, fue Estados Unidos, empleando a la Entidad Sionista como su “brazo ejecutor” en el Medio Oriente. Luego de la victoria sionista, esta entidad se dio el lujo de ser bastante intransigente a raíz del apoyo ilimitado que recibía de Washington: armas con tecnología de punta, apoyo económico y financiero ilimitado, pero más importante, el empleo de todas las capitales occidentales y sus redes de inteligencia, para vigilar a los árabes y pasar toda la información estratégica sobre estos, a Tel Aviv, ventaja que los mismos árabes nunca tuvieron.

El Presidente Sadat nunca quiso tomar el camino de la guerra, y desde 1970 y hasta un momento en particular del año 1973, hizo todo lo posible para obtener un retiro parcial de las fuerzas sionistas que ocupaban la orilla este del canal de Suez. Luego de tres años intensos de negociaciones con Estados Unidos, quedó claro que la situación de “No-Guerra y No-Paz” impuesta por Tel Aviv y Washington era muy conveniente para estos dos, por lo cual no estaban dispuestos a alterarla a través de acuerdos diplomáticos, al menos que El Cairo esté dispuesta a ofrecer “flexibilidades” que le puedan interesar a Tel Aviv, o, en otras palabras, Egipto tendrá que aceptar su posición de derrota y ajustarse a las exigencias estratégicas y políticas de Washington y Tel Aviv.

A lo largo de las negociaciones con el secretario de Estado estadounidense William Rogers (1969 – 1973) y su seguidor, Henry Kissinger (1973 – 1977), le quedó claro a los egipcios que no habrá cambio en la condición de No-Guerra y No-Paz, y no existirá una solución negociada. Tel Aviv y Washington estaban completamente convencidos de que Egipto nunca podrá lanzar una guerra contra Tel Aviv, y Damasco nunca iniciaría una guerra sin El Cairo. Los resultados de la guerra de 1967 generaron una “ecuación de seguridad” para Tel Aviv que hizo cualquier tipo de negociaciones diplomáticas, totalmente innecesarias, postura que fue la piedra angular de su política y la de Washington en el Medio Oriente, hasta octubre de 1973. La convicción del sionismo sobre la incapacidad de El Cairo de tomar acciones bélicas, combinada con el apoyo incondicional que recibía de Washington y todas las capitales de la OTAN, garantizaron que ninguna solución negociada, pacífica y diplomática, pudiera materializarse para la situación de entonces, al menos que sea una rendición total de los árabes.

Por eso, El Sadat, a mediados de 1973, llegó a una realización concreta: o inician una guerra, o se rinden por completo, y quizás nunca recuperar territorios. El Presidente Sadat había indicado en su autobiografía intitulada “La Búsqueda de una Identidad”, que “tenemos que prender el fuego en la región, solo entonces nuestras palabras tendrán valor”. Sadat habló de generar una crisis internacional a través del único método que quedó, después del callejón sin salida de la diplomacia internacional: la acción militar. Al ser generada esta crisis, sería posible alterar el equilibrio del poder en la región, lo que neutralizaría la ecuación de seguridad que había impuesto Tel Aviv desde 1967. Solo con la desarticulación de esta ecuación, a través de una operación militar que logre infligir la mayor cantidad de pérdidas tanto en personal como en equipo militar a la Entidad Sionista, lo que implicaría para esta que la continua ocupación del territorio egipcio, sería demasiado costosa para mantener.

Ahora bien, ¿Qué hizo Hamas en octubre de 2023? Pues se encontró en la misma situación de los egipcios y los sirios, antes de 1973. Lo que obstaculiza nuestra comprensión adecuada de las acciones de Hamas, son efectivamente las narrativas sionistas y occidentales. Al igual que Hamas después del 2023, Sadat y El Assad fueron brutalmente criticados y denunciados por iniciar la guerra de octubre de 1973. Los líderes árabes fueron acusados de ser “agresores” y “desestabilizadores”, violentos y todo lo demás. No los pudieron calificar de “terroristas”, simplemente porque eso implicaría acusar a una sociedad completa de ser terroristas, asunto que no se hubiera visto como factible, pero los árabes fueron “condenados” por todos los occidentales, olvidando por completo el hecho que los árabes fueron puestos “contra la pared”, antes del 06 de octubre de 1973.

La estrategia discursiva era simple: separar la secuencia de los sucesos, y pretender que no existía un “antes” del 06 de octubre de 1973, procediendo así a generar una narrativa que asume la existencia de una situación altamente ficticia en la cual reinaba lo “pacífico”, lo “idílica” y lo “tranquilo” antes de la fecha indicada, para luego pasar “repentinamente” a una situación de violencia, guerra y muerte, generada sin provocación alguna por los árabes y sus locuras violentas. El hurto de las tierras de 1967 nunca figuró en estas narrativas, y mucho menos figuraron los casi seis años de esfuerzos magnos por parte de la diplomacia egipcia, para lograr un acuerdo que hubiera evitado otra guerra.

En pocas palabras, la narrativa construida al estallar la guerra de octubre de 1973, dependía de borrar las raíces y razones por las cuales los egipcios y los sirios atacaron, y tomar como punto de partida el ataque árabe que supuestamente no fue provocado. Era un caso típico de descontextualizar, cortar y extraer el pasado que no conviene, y empezar la historia desde el punto que sea más favorable y conveniente para quienes generan la narrativa.

Entonces, ¿Cómo era la situación del pueblo y la causa palestina, antes del 07 de octubre de 2023? Pues tendremos que repetir lo indicado en los párrafos anteriores, pero cambiando los actores árabes: La destrucción de los acuerdos de Oslo y Madrid, la acelerada brutalización de la población palestina, las agresiones constantes a los sitios sagrados del cristianismo y el islam, junto a la destrucción de la solución de Dos Estados, todas con impunidad total y sin consecuencias para esta, crearon una “ecuación de seguridad” para Tel Aviv que hizo cualquier tipo de negociaciones diplomáticas totalmente innecesario, lo que se transformó en la piedra angular del sistema que busca imponer Estados Unidos y la Entidad Sionista, en Palestina.

La insistencia del sionismo en la incapacidad de las facciones palestinas de tomar acciones bélicas contundentes contra este, combinada con el apoyo incondicional que recibía (y sigue recibiendo, naturalmente) de Washington y todas las capitales de la OTAN, garantizaron que ninguna solución negociada, pacífica y diplomática pudiera materializarse para la situación de Palestina, al menos que sea una rendición y sometimiento total de esta a los sionistas y, por extensión, a Washington. Al sentirse tan poderosos, los sionistas y sus aliados en Washington cerraron el camino a cualquier solución pacífica a la crisis generada por el expansionismo sionista y sus hurtos de tierras en 1967 y luego con los asentamientos ilegales en Cisjordania, y solo prevaleció la imposición de un “fait accompli” que los vencedores imponen a los vencidos.

No es necesario tomar las palabras del autor de este artículo sobre el tema, los lectores pueden hacer sus propias investigaciones, desde el 06 de octubre de 2023, y hacia atrás. Para entonces, la solución de los Dos Estados estaba clínicamente muerta, y los palestinos morían todos los días, a raíz de las represiones y las persecuciones sionistas. Los muertos eran hombres, mujeres, niños y de la tercera edad, pero porque no eran 100 o 300 muertos cada día, el mundo occidental no lograba “ver” el genocidio.

Igualmente fue el caso de los territorios árabes entre 1967 y 1973: después de seis años de los árabes pidiendo y suplicando tristemente por sus derechos a través de los canales y los medios que son “aceptables” y “tolerables” – los mismos que fueron neutralizados por el sionismo y sus jefes en Washington – “estallaron” los árabes en una explosión de furia y de guerra, en la cual desarticularon la llamada “ecuación de seguridad” de los sionistas, y con esto obligaron al mundo entero a “descongelar” el tema de los territorios árabes de 1967. De lo contrario, nunca hubieron recibido justicia.

¿Cómo sería la situación de los palestinos en el 2025, si el 07 de octubre de 2023 nunca hubiera sucedido? Estuviéramos aun observando el aún “mítico” Estado palestino en sus últimos estertores de muerte, y seguramente no tendríamos tantos palestinos asesinados, pero con la garantía de que estos, o a más tardar sus hijos, perderán o sus hogares en la Franja o en Cisjordania, o sus propias vidas. Hamas, con sus acciones, tomó una decisión altamente arriesgada, llevando a muchos de sus compatriotas a la muerte, como también a muchos de sus propios soldados y líderes (no nos olvidemos que la cantidad más grande de mártires, la pone siempre Hamas y el Yihad el Islami), con la finalidad de evitar la muerte de la propia causa palestina, la cual la estaban asesinado lenta pero seguramente, los sionistas y sus jefes en Washington.

Todos los occidentales tienen que condenar y rechazar las “reprensibles” acciones de Hamas, incluso hasta la propia existencia de este, pero nunca pueden responder a esta simple y sencilla pregunta: ¿Qué debería haber realizado Hamas, más allá de pegarse un tiro en la cabeza y caer todos muertos, solo para darle la gran satisfacción a los sionistas y a los estadounidenses? ¿Qué se esperaba de Hamas, cómo tenía que haber actuado para que sea aceptable para los occidentales? ¿Deberían haber participado en más negociaciones con el sionismo? Ya se había demostrado de manera contundente lo tan inútil que fueron estas, incluso hasta décadas antes del 2023, al igual que fue el caso de la inutilidad de las negociaciones diplomáticas, antes del 06 de octubre de 1973. ¿Esperaban quizás más paciencia, por parte de Hamas y del pueblo palestino en general? En 1948, en la bendita ONU, no se creó solamente la “Entidad Sionista”, sino fueron creados dos Estados, el sionista y el palestino. No obstante, desde ese mismo año, solo existe uno de esos, el mismo que ha hecho todo lo posible para borrar la existencia de la Palestina que sí existió por siglos y milenios, mucho antes y hasta el año 1948, cuando se impone a través de masacres, la Entidad Sionista.

La espera del pueblo palestino ha sido ya de 77 años, y cada año que pasa, el potencial Estado palestino se pone más pequeño en territorio, menos viable en su extensión territorial, incluso hasta se cuestionaba y se sigue cuestionando la continuidad del propio pueblo palestino. Sin acciones contundentes que destruyan la ecuación de seguridad del sionismo, ni el Sinaí hubiera regresado a Egipto, ni existiría esperanza alguna para la causa palestina, la cual estaba bastante moribunda, antes del 07 de octubre de 2023.

Condenar a Hamas por terrorismo sería igual a condenar a cada movimiento de liberación nacional, cuando estos toman las armas para negarle al invasor la paz que siempre anhelan los ladrones de tierras, y eso incluye al “terrorismo” de los franceses que lucharon contra la invasión y ocupación nazi, durante la Segunda Guerra Mundial. El resto, son meras narrativas sionistas y gringas tan absurdas, como la de Venezuela como el “exportador de drogas más grande del mundo”.

A medida de que las repercusiones de la guerra se ciernen sobre la Entidad Sionista tras el fin de esta etapa del conflicto, los palestinos deben aprovechar al máximo el impulso internacional alcanzado durante esta última fase del Genocidio, logrado únicamente a través del sacrificio sangriento de los hombres, mujeres y niños de Gaza y Cisjordania, y que como resultado, ha logrado transformar la percepción internacional hacia Palestina y ha paralizado, por lo menos por ahora, la destrucción de su causa.

Esta misma causa se enfrenta a una situación históricamente difícil y extremadamente dura, mientras su pueblo está siendo exterminado como consecuencia del plan sionista para aniquilar la causa palestina. No obstante, se enfrenta a oportunidades sin precedentes creadas por los ataques del 7 de octubre de 2023, que pausaron la destrucción casi segura de la causa palestina, y la llevaron a espacios que los sionistas y sus secuaces en Washington ya no pueden eludir. En última instancia, la región del Medio Oriente nunca será estable, a menos que finalmente se logre una solución justa para el pueblo palestino, y ninguna fuerza podrá borrar la historia, las narrativas, los actos de resistencia, los enormes sacrificios y la vida misma, del pueblo palestino.

 

Fuente: Omar Hassaan Fariñas 

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