La doble cara de Trump en Asia Occidental: acuerdos históricos y violencia sostenida
En un mes marcado por negociaciones silenciosas y maniobras militares explícitas, Estados Unidos reforzó su presencia en Gaza, selló acuerdos inéditos con Siria y cerró pactos económicos y nucleares con Arabia Saudita
Durante noviembre el presidente estadounidense, Donald Trump, mantuvo una agenda ocupada focalizada en Asia Occidental. La resolución aprobada por la ONU que le permite desplegar fuerzas internacionales en Gaza fue la gran victoria del atlantismo en el último tiempo: el Pentágono y otras fuerzas internacionales van a poder gestionar la reorganización de la Franja, mientras tienen el aval de utilizar la fuerza extrema para que los residentes sigan sus órdenes.
Sin embargo, uno de sus mayores aliados, Israel, es quien también propensa a deslegitimar el estatus que Estados Unidos busca tener. Mientras Trump habla en sus distintas conferencias y rondas de prensa sobre cómo “dio paz en Medio Oriente” -no hay tal paz-, Netanyahu continúa bombardeando ciudades palestinas del este y el oeste. Gaza no descansó de los bombardeos ni de los ataques y las persecusiones, mientras en Cisjordania los colonos acompañados por el ejército sionista ocupan, detienen y asesinan ciudadanos.
Los organismos internacionales comenzaron a alertar sobre estos sucesos y el presidente estadounidense le tuvo que pedir a “Bibi” que apacigüe su espectáculo en Cisjordania y mantenga un perfil más bajo.
Mientras tanto, la Casa Blanca se volvió hospedadora de dos líderes árabes que podrían ayudar a establecer una nueva estrategia atlantista en Asia: al Sharaa, de Siria, y Mohammed Bin Salman, de Arabia Saudita.
Olvidando viejos errores
Trump se volvió el primer presidente estadounidense en concretar dos hitos: recibir a un presidente sirio y recibir a un terrorista de sus propias listas.
Al Sharaa, el líder de facto de Damasco, se reunió por tercera vez en el año con su homólogo de Washington. El ex Al Qaeda fue recibido por la puerta trasera de la Casa Blanca y poca prensa pudo hacerse presente en las ruedas posteriores a las charlas.
El gobierno de Estados Unidos acogió a Sharaa con la intención de comenzar a gestionar acuerdos militares y estratégicos, mientras el representante de transición de Siria mantuvo sus esperanzas en el levantamiento de sanciones por parte de las instituciones internacionales.
En ese sentido, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos anunció la suspensión parcial, por un periodo de 6 meses, de las sanciones impuestas a Siria en el marco de la denominada “Ley César”. Esta ley anulaba cualquier relación económica de Washington con Damasco o su ejército. Su derogación permanente requiere la intervención del Congreso.
Por otra parte, uno de los objetivos principales del encuentro, fue la adhesión de Siria a la Coalición Internacional contra el Estado Islámico (DAESH). Esta coalición está integrada por diferentes países y sugiere la intervención militar a los fines de eliminar la presencia de aquellos grupos que consideren terroristas.
Como Al Sharaa, o con su nombre de guerra que hace alusión a los Altos del Golán, Al Golani, era considerado antes de su imposición en el gobierno como una unidad rebelde, Washington tuvo que gestionar su eliminación y la del ministro del Interior, Anas Khattab, de la lista de vigilancia terrorista.
También se encargó, a principios de este año, de gestionar un acuerdo entre Damasco y las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) para incluirlas en el órgano estatal. Aún este acuerdo continúa en proceso y las tensiones entre ambas instituciones sirias lo mantienen difuso.
Con la integración de Siria a la Coalición contra el Estado Islámico, Trump se asegura de disuadir al país de recurrir a su alianza histórica con Rusia -con quien tuvo un encuentro también este mes- y contrarrestar cualquier intento iraní de recuperar su influencia en el país.
Al mismo tiempo, le da al Pentágono y sus aliados una mayor presencia militar en la región, permitiendo instalar nuevas bases y reorganizar las ya erigidas.
Fuentes han indicado que una delegación estadounidense visitó recientemente varios emplazamientos militares, entre ellos el aeropuerto militar de Al Dumayr y el aeropuerto militar de Al Sin. La ubicación estratégica de estos lugares se considera significativa por varias razones: están situados en el desierto sirio, una zona donde el DAESH sigue activo, y se ubican a lo largo de la carretera internacional que conecta con la base de Al Tanf y cerca tanto del sur de Siria como la frontera con el Líbano.
Una segunda visita al aeropuerto Al Sin también fue registrada, en donde la delegación realizó inspecciones detalladas de la zona y su geografía circundante denotando posibles puestos de vigilancia cerca del aeropuerto.

Por otra parte, Al Sharaa también se reunió con el congresista Brian Mast, presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes y uno de los políticos más firmemente pro-israelíes del país.
Washington promulgó un acuerdo de seguridad entre Siria e Israel pero se informó que las conversaciones fueron paralizadas. Si bien, ninguna de las dos partes dio declaraciones respecto a su detenimiento, se ha informado que Damasco exigió la retirada total del ejército israelí del sur de Siria, mientras que Tel Aviv no está dispuesto a hacer eso ni mucho menos.
Recientemente, el primer ministro israelí visitó las tierras árabes junto a un comité y fue fuertemente repudiado por el gobierno sirio.
Acuerdos con el príncipe
La semana del 17 de noviembre, Donald Trump recibió también al príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salman (MBS), esta vez sí por la puerta grande.
Junto al primer ministro del Reino, el líder atlantista pudo desarrollar una serie de acuerdos económicos y de inversión que servirán como piedra angular para su expansión en el Golfo y en el suroeste de Asia.
En primera instancia se dialogó respecto a la venta de aviones F-35 por parte de Estados Unidos. Estos aviones representan lo mejor en aviación militar, gracias a su capacidad furtiva desarrollada bajo el programa Joint Strike Fighter.
La entidad sionista protestó frente a esta decisión y Netanyahu se expresó asegurando que aún mantienen la mayor capacidad militar y bélica de la región. Israel era el único país en la zona que contaba con este tipo de armas, sin embargo, Arabia Saudita lo sigue hace años en la contienda de poder armado, siendo el segundo comprador de este producto a Estados Unidos.

Otro fuerte punto del encuentro se desarrolló en la cuestión nuclear. Riad y Washington firmaron un Marco Estratégico de Cooperación sobre la seguridad, la estabilidad y la sostenibilidad de las cadenas de suministro de uranio, metales, imanes permanentes y minerales críticos. Esto abre las puertas al crecimiento nuclear saudi, bajo la tutela de empresas estadounidenses.
Ambos países buscan convertir al Reino en un centro mundial de desarrollo de tierras raras (grupo de 17 elementos químicos complejos y costosos de extraer) y la fabricación de imanes permanentes en un trabajo en conjunto con la empresa estadounidense MP Materials, el Departamento de Defensa y la empresa minera saudí Maaden.
El Marco permite la participación de Estados Unidos en la fabricación y enriquecimiento de uranio.
De esta forma, la Casa Blanca se asegura su participación en el mercado nuclear asiático, ámbito del cual ha querido mantener por fuera a Irán, catalogándolo como un ente peligroso por su posible producción de armas nucleares, mientras Arabia Saudita dibuja el proyecto bajo la excusa del desarrollo de su “Visión 2030”.
También de esta forma, ambos países se aseguran de mantener su posición en el mercado de armas, retrayendo la influencia y presencia turca, otra de las principales potencias de la región.
El desarrollo de la Inteligencia Artificial fue otro punto clave de los encuentros, teniendo en cuenta que Estados Unidos anunció que comenzará a proporcionar unidades de procesamiento gráfico (GPU) avanzadas dentro de Arabia, construir y desarrollar infraestructura de IA y centros de datos en todo el Reino.
Esto se dio, en el marco de acuerdos entre el Departamento del Tesoro de EE. UU. y el Ministerio de Finanzas saudí que buscan fortalecer la cooperación en los mercados financieros, los estándares y los marcos regulatorios. Actualmente, son 17 las instituciones financieras estadounidenses, como Blackrock y JP Morgan, que operan en el mercado saudita. Los bancos estadounidenses ahora representan casi el 30% de la inversión extranjera en el sector.
Finalmente, uno de los anuncios que Trump realizó entre brindis y aplausos, fue la designación de Arabia Saudita como uno de sus “mayores aliados” por fuera de la OTAN. Si bien el anuncio es una medida simbólica, proporciona a los socios extranjeros ciertos beneficios en las áreas de comercio de defensa y cooperación en seguridad. Argentina, Australia, Brasil, Colombia, Japón y Nueva Zelanda son otros de los países que cuentan con dicha designación.
Sin embargo, se cree que el príncipe MBS, busca desarrollar con Washington un acuerdo de cooperación y defensa similar al de la OTAN. Para ello, especula y manipula sus juicios respecto a la normalización con Israel con la que Trump tanto insiste.
Arabia afirma estar dispuesta a formalizar relaciones con la entidad sionista, siempre y cuando se determine la resolución de los Dos Estados.
Esta es una condición que prácticamente anula la normalización, dado que Tel Aviv no acepta ni reconoce al Estado Palestino. A pesar de ello, MBS insistió en que la gestión estadounidense la tome como una alternativa. Algunos críticos creen que esta es una instancia que podría jugarle a favor al Reino, comprendiendo que situándose como un aliado de la Solución de los Dos Estados, podría adquirir votos de los congresistas demócratas, de quienes necesita su apoyo para desarrollar el acuerdo de alianza y defensa con Washington.
La cuestión del entendimiento entre Riad y Tel Aviv quedó estancada, a pesar de que Trump declarara que están cerca de llegar a un acuerdo.
De igual forma, lo que se lleva Estados Unidos en este mes tiene suficiente peso para el ego de su presidente: la gestión de la Resolución que le permite desplegarse en Gaza, nuevas bases en Siria y acuerdos multimillonarios de desarrollo de energía nuclear.
Desde la Guerra de los Doce Días, se puede observar cómo la desesperación atlantista articuló sus maniobras para aumentar su presencia en Asia Occidental. La permeabilidad de ciertos países le permite gestionar sus deseos a sus gustos, y el silencio internacional ayuda a devolverle legitimidad y reconocimiento.

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