Ciencia y soberanía: la biotecnología cubana al servicio del pueblo. II Parte

En medio de las difíciles condiciones por las cuales atraviesa el país, agravadas por el recrudecido bloqueo económico de los Estados Unidos y la crisis económica mundial, las instituciones de la ciencia cubana persisten en su encargo de trabajar para la salud del pueblo y buscan vías creativas para garantizar los insumos indispensables para producir, crecer y desarrollarse.
Continuación de la entrevista a la Dra. Belinda Sánchez Ramírez, directora de la Dirección de Inmunología e Inmunoterapia del Centro de Inmunología Molecular (CIM) y parte del equipo de investigadores del proyecto de vacunas Soberana contra el COVID-19, las que fueron desarrolladas en Cuba de forma exitosa a pesar del duro bloqueo impuesto unilateralmente por Estados Unidos .
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Ciencia y soberanía: la biotecnología cubana al servicio del pueblo. I Parte
—José Ernesto Nováez Guerrero: Todo el proceso de producción de las vacunas cubanas en la pandemia sirve para ejemplificar también la diferencia de la lógica con la cual se ha construido la biotecnología en Cuba con respecto a la predominante en el mercado de la salud a nivel mundial. Háblame de las diferencias que percibes como científica entre ambas.
—Belinda Sánchez Ramírez: Es verdad que hay una diferencia enorme y esa diferencia se interpreta por el pueblo en la confianza que tiene a la hora de vacunarse. Los sistemas nuestros son muy seguros y la agencia reguladora cubana (CECMED) muy exigente. El CECMED no obstante, al igual que todas las del mundo, adoptó en la etapa de la COVID normativas más flexibles que permitieron saltar etapas. No podíamos optimizar, pero teníamos que garantizar un mínimo de evidencias y seguridad antes de hacer las pruebas en humanos.
Y así funcionamos. Nos acompañaron en todo el proceso y eso lo hizo más expedito. La ética de nuestra biotecnología, de nuestros científicos y médicos y la exigencia del CECMED no permitiría jamás que de nuestros centros de la biotecnología salga un producto con objetivos de lucro.
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Cuando el objetivo final es el dinero y la salud no está por encima de todo, cuando no estás pensando en cuál es el producto más efectivo para el más necesitado, los resultados no son buenos. Entonces creo que la confianza conque la población cubana se vacunó y con la que los padres llevaron a sus niños a vacunarse, habla de las diferencias entre la ciencia al servicio de la salud de su gente y la ciencia con objetivo puramente económico.
Nuestros productos son drogas que tienen un costo importante. Lo que sucede es que cuando llega a las personas llega un producto gratuito, que lo cubre el sistema de salud. La biotecnología es cara en el mundo entero. Los medios de cultivo en el que fermentamos las células productoras son caros, los sistemas de purificación son caros, la investigación es cara en su conjunto.
Desarrollar el sector biotecnológico fue una apuesta de Fidel, que estuvo claro desde el primer momento que era una inversión en función de la salud, en función de defender nuestra soberanía y que, también, debía convertirse en un renglón de ingresos para la economía del país. Es una empresa costosa, pero sus resultados cuando hay empeño y eficiencia se revierten en aporte y ganancia. Y sobre todo, en salud.
Otra diferencia, con otros lugares del mundo, está en la conexión que tenemos con el sistema de salud más allá de las emergencias. Y esto hace que los proyectos se van diseñando desde los primeros experimentos de la investigación básica hacia un problema de salud específico que tiene el país, hacia las enfermedades de mayor incidencia, hacia grupos vulnerables. Hacia ahí apuntan los esfuerzos de la biotecnología cubana.
—Hacía la pregunta también pensando en que cuando uno lee sobre el modelo de negocio de las grandes transnacionales de la salud, más que curar la enfermedad les interesa encontrar medicamentos que sirvan como un paliativo y que prolonguen una condición crónica de salud, que te haga dependiente de sus medicamentos y tratamientos.
—Si bien existen las trasnacionales que no buscan a veces resolver el problema hasta el final, dejando al paciente dependiente de las drogas, es justo decir que depende de las enfermedades que estamos enfrentando. Algunos padecimientos crónicos, hasta el conocimiento científico que tenemos hoy, desde las tecnologías que dominamos, no tienen una cura definitiva.
Es el caso de las crónicas como las autoinmunes, el cáncer, la diabetes, el asma. Pero el éxito de las terapias ha estado en frenar el desarrollo de algunas de estas, alargar la vida de los pacientes, logrando que viva con su enfermedad. Puede que un día logremos encontrar la cura para muchas de ellas. El conocimiento es infinito. Lo que no se puede hacer es no intentar buscar la solución, la mejor posible.
Un ejemplo de lo que hablamos es el Alzheimer. El CIM está desarrollando un producto para su tratamiento, enfermedad en la que, hasta el conocimiento de hoy, no se ha podido revertir. Pero podríamos detenerla, mejorar las condiciones de vida del paciente, e incluso, provocar una mejoría notable. Y así también le damos vida a su familia, tranquilidad.
Con el cáncer sucede por ejemplo que muchas veces, incluso utilizando buenos productos, los cuales aparentemente curan, hay regresión de los tumores. No se logró, en ese caso, la cura; pero si hubo calidad de vida, se alargaron los años, eso es un logro de la ciencia.
Y se trata de seguir buscando mejores y mejores terapias para revertir esa regresión y tener mejores resultados. Entonces, mantener el tratamiento crónico de los pacientes, que pueden durar años, mientras sea favorable para el paciente, es válido. Porque, como tú dices, muchas veces por sacarle dinero a los productos se hace publicidad sensacionalista que, con respecto a una terapia anterior, solo alargan la vida un mes, dos meses, en el mejor de los casos.
Por supuesto, dos meses de vida son dos meses de vida, pero en realidad hay mucho sensacionalismo en las noticias y se juega mucho con las esperanzas de las personas, con los sentimientos. Yo considero que la ciencia tiene que ser muy ética y muy cuidadosa cuando anuncia un resultado.
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—Aunque el objetivo primario de la biotecnología en Cuba no es económico, si hay una proyección hacia la comercialización de los productos que se vayan logrando, como una vía para reaprovisionarse, crecer, porque como bien dices, es un sector caro que lleva mucha inversión. Y he escuchado al doctor Agustín Lage, que es uno de los padres de la biotecnología cubana moderna, hablar en repetidas oportunidades del modelo cubano de economía de la ciencia.
Háblame de eso, ¿cómo funciona y cómo lo has vivido en la práctica en el CIM?
—Este modelo de la economía de la ciencia nace con los centros de la biotecnología. Cada uno de ellos comienza a partir de proyectos científicos anteriores. El CIM, de quien Agustín Lage fue su director fundador, es un centro que nace a partir de investigaciones que se estaban haciendo en el Instituto de Oncología. Tres años después de aparecer la tecnología de anticuerpos monoclonales en el mundo ya los investigadores de ese centro lograron el primer anticuerpo.
Ahí es cuando Fidel piensa: ¿Si ustedes son capaces de hacer un anticuerpo en un laboratorio tan pequeñito, qué no podrían hacer y para cuántos pacientes, si les construimos instalaciones de mayor capacidad? Ustedes pueden hacer los anticuerpos que necesita la población cubana. Enséñenme qué capacidad ustedes necesitarían para hacer anticuerpos que alcanzaran para tratar a toda la población de enfermos, según las estadísticas.
Y después que esos científicos se plantearon eso, él les dijo: No se queden ahí. Le dijo a Agustín: ¿Qué habría que hacer para tratar a otros pacientes en el mundo, y que algo que estamos haciendo para cubrir la demanda de la población cubana y soberanamente curar a nuestra gente también poderlo exportar, poder invertir en esas instituciones y poderle entregar divisas al país para otras necesidades?
Y así se concreta, entonces, la posibilidad de generar centros que tienen un ciclo cerrado. Ese ciclo cerrado implica que nosotros tenemos nuestra propia investigación dirigida a necesidades del sistema de salud. Cuando hay resultados preclínicos, se desarrollan los productos que irán a la clínica, producidos en unidades con condiciones de GMP (Good manufacturing products). Y si los resultados clínicos demuestran eficacia, obtienen el registro que otorga la agencia reguladora, y van al sistema de salud cubano. Y una vez cubierta la demanda nacional, se exportan. Y con la divisa obtenida, se cierra ciclo y se aporta a la economía del país.
De manera que todas esas partes que te estoy diciendo en investigación, desarrollo, producción, clínica y comercialización están en la misma empresa. Es una ciencia que da resultados para la salud, que cubre necesidades, bienestar para la población, pero a la vez es fuente de ingreso a la economía del país. Y así ha ido funcionando, y así hay muchas dentro de las empresas de BioCubaFarma. La idea es que todas logren tener su ciclo completo.
El objetivo es, en cada una de esas empresas, hacer más ciencia productiva que permita disminuir los costos para ser todo mucho más viable desde el punto de vista de la productividad y de los ingresos y entregar divisas al país. Así funciona BioCubaFarma.
—Quisiera cerrar hablando de ¿en qué momento está hoy la biotecnología cubana? ¿Cuáles son los principales retos, en tu opinión, y las principales oportunidades en el mediano plazo para el sector?
—Nosotros no vivimos aislados de lo que ocurre en Cuba desde el punto de vista económico. Es decir, tenemos una situación que llega a las instituciones, estamos como en un momento de inflexión desde el punto de vista en que hay que plantearse qué cosas nuevas tenemos que hacer para lograr sostener, en una situación económica tan difícil, la elaboración de aquellos productos, incluso ya registrados, que están en el cuadro básico de medicamentos y con el cual el médico cuenta para poder tratar un paciente.
Una de las soluciones que hemos buscado, que de hecho el CIM, mi institución, fue pionera, es hacer empresas mixtas con otros países, a partir de valores ya creados. Impulsamos la innovación de los grupos de negocio, la capacidad de los comercializadores. Estamos cada vez más enfocando la investigación en la búsqueda de diferenciarnos de la competencia para ganar en oportunidades, encontrar nichos no cubiertos.
Hay que defender la innovación, y también hay que desarrollar en Cuba genéricos y biosimilares de aquellos productos que otros desarrollaron y fueron eficaces.
Debemos destacar que Cuba, el CIM, hizo la primera empresa mixta en China productora de anticuerpos monoclonales. El primer anticuerpo monoclonal que se produjo en China fue un anticuerpo del CIM, el Nimotuzumab. Y hoy lo tienen registrado allí para el tratamiento de dos tipos de tumores. Eso es una salida importante desde el momento en que: primero, estás visibilizando la capacidad de hacer ciencia de primer nivel y segundo, porque parte de los ingresos de esa empresa mixta vienen a Cuba. Son dividendos que aportan a la empresa madre que es el CIM, a BioCubaFarma, y al Estado cubano.
Esa es una de las maneras que hemos encontrado y a partir de esa empresa mixta se han ido generando otras. El centro tiene otras empresas mixtas, con Tailandia, con Alemania, el Instituto Roswel Park de EE. UU.
Otras, muchas instituciones han hecho también laboratorios conjuntos, es decir, no solo la empresa final, la empresa mixta que te genera el producto, sino también laboratorios conjuntos donde se desarrollan nuestras investigaciones, ideas que se generaron, patentes que nacieron en Cuba y que no tenemos las posibilidades económicas de seguirlos como para llegar a los ensayos clínicos Fase 1,2 y 3, pues se hacen con esos países.
Hemos cambiado también la manera de ver la importancia de hacer patentes conjuntas. ¿Por qué no? Es decir, si podemos tener la patente cubana, ¡felicidades! Pero si nosotros no podemos llegar solos porque la economía no nos lo permite o porque el equipamiento no es el adecuado, perfectamente podemos ir a desarrollar nuestros productos con otros institutos que puedan aportar lo que nos falta y salimos con patentes conjuntas.
Eso es un ganar-ganar. Se gana en velocidad, en equipamiento, en formación de la gente, en llegar a tiempo a una patente, a su explotación. Y eso es parte de las cosas que tenemos que seguir impulsando. Hoy los grupos de negocio están trabajando mucho con Rusia, con China, tenemos mucha experiencia de colaboración científica con Europa, Canadá y con América Latina.
El reto es desarrollarnos e internacionalizar más la ciencia. Tratar de ir buscando en el mundo las posibilidades de hacer investigación, desarrollo, producciones conjuntas. Hoy estamos llamados a aplicar cada vez más a proyectos que nos puedan financiar la ciencia. Estamos haciendo un cambio cultural, de mentalidad, para buscar el dinero de otra manera, aplicando financiamientos, como funciona en muchas instituciones científicas del mundo que no tienen economía de empresa cerrada, pero aplican a fondos para la investigación.
Las universidades cubanas han tenido más experiencia que nosotros en esto. Tenemos que cambiar las maneras de hacer para salvar nuestra ciencia a pesar del bloqueo. Factores como la migración también nos han golpeado, sobre todo con los jóvenes, lo cual es muy complicado porque formar un científico o un tecnólogo lleva años.
Estamos trabajando en darle más protagonismo a los líderes de proyecto, en trabajar con los estudiantes de las universidades, ir bajando las edades de formación de la gente y plantear retos mayores. Hay muchas cosas por hacer y Cuba tiene posibilidades para la biotecnología en demandas de salud no cubiertas en las que podemos trabajar. Tenemos que seguir demostrando que tenemos las posibilidades de, aún en momentos críticos como los que vivimos, mantenernos y desarrollarnos más.
En el CIM tenemos proyectos de varios biosimilares, anticuerpos monoclonales para tratamiento del cáncer, que han sido súper buenos para varios tipos de la enfermedad, para un grupo de pacientes al menos y estamos desarrollando esos biosimilares para entregarle al sistema de salud. Y repito que no se puede renunciar a la innovación, porque tenemos que ser innovadores, pero también podemos hacer productos genéricos, biosimilares. Las posibilidades son grandes, realmente grandes para la industria biotecnológica cubana.
Autor: José Ernesto Novaez Guerrero/ Al Mayadeen
@NovaezJose
Para leer este artículo en su fuente original: Ciencia y soberanía: la biotecnología cubana al servicio del pueblo | Al Mayadeen Español

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