China desafía las presiones de Washington y refuerza sus importaciones de petróleo ruso
A pesar de las crecientes presiones de Estados Unidos para aislar a Rusia del comercio energético global, China ha incrementado en septiembre sus importaciones de crudo ruso, reafirmando su independencia económica y su apuesta por un orden multipolar basado en la soberanía de las naciones.
Según los últimos datos de la Administración General de Aduanas, Rusia se mantuvo como el principal proveedor de petróleo de China, con un aumento del 4,3 % en volumen respecto a agosto, alcanzando 8,29 millones de toneladas, lo que representa el 17,5 % del total de las importaciones de crudo del país asiático.
Esta tendencia confirma que Pekín no cede ante las amenazas y sanciones estadounidenses, sino que consolida su cooperación energética con Moscú en un contexto de profunda reconfiguración geopolítica.
Mientras Washington intenta presionar a las principales economías asiáticas —como India, Japón y Corea del Sur— para que reduzcan su dependencia del petróleo ruso, China continúa fortaleciendo su asociación estratégica con Rusia, desafiando abiertamente la política de coerción económica impulsada desde la Casa Blanca.
Una política energética soberana y desafiante
El aumento de las compras chinas de crudo ruso no es un simple movimiento comercial, sino una clara señal política. Tal como señaló Xu Tianchen, economista senior de The Economist Intelligence Unit, “el incremento puede interpretarse como un acto de desafío de China antes de las nuevas conversaciones con Estados Unidos”.
Pekín ha dejado en claro que no condicionará su política energética a los dictados de Washington. De hecho, las compras chinas de crudo estadounidense permanecen suspendidas desde junio, mostrando la decisión de reducir cualquier dependencia de proveedores vinculados a la política exterior de Estados Unidos.
El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Lin Jian, reafirmó esta postura al declarar que la cooperación energética con Rusia es “normal y legítima”, y que las medidas coercitivas de Washington constituyen “una típica muestra de intimidación unilateral que amenaza las cadenas de suministro globales”.
China ha dejado de ver la energía como un simple producto de consumo: hoy es una herramienta de soberanía nacional y de defensa estratégica, especialmente frente a un Occidente que utiliza las sanciones como arma geopolítica.
Washington redobla las amenazas
El endurecimiento de la política energética china ocurre en paralelo a una nueva ofensiva diplomática de Estados Unidos. El presidente Donald Trump declaró recientemente que el primer ministro indio, Narendra Modi, se había comprometido a detener las compras de petróleo ruso, y advirtió: “Ahora vamos a hacer que China haga lo mismo”. Incluso amenazó a Nueva Delhi con “aranceles masivos” si el comercio con Moscú continúa.
De igual forma, el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, presionó a su homólogo japonés, Katsunobu Kato, para que Tokio también cancele sus importaciones de energía rusa.
Sin embargo, las advertencias de Washington no han surtido el efecto esperado: las potencias asiáticas están diversificando sus fuentes de suministro y profundizando la cooperación Sur-Sur, en detrimento de los intereses energéticos de Estados Unidos.
China amplía su base de proveedores sin abandonar a Rusia
Aunque las importaciones rusas aumentaron en septiembre, China también ha diversificado su matriz energética, incrementando significativamente las compras a otros países del Sur Global.
Los envíos de crudo desde Indonesia aumentaron 73 veces en comparación con el año anterior, mientras que las importaciones desde Brasil crecieron un 156 %, consolidando una red de alianzas energéticas que escapan al control occidental.
No obstante, Rusia sigue siendo el pilar fundamental. Además del petróleo, las importaciones de gas natural licuado (GNL) ruso crecieron un 1,9 % interanual, impulsadas por la construcción de nuevos gasoductos transfronterizos que fortalecen la seguridad energética de ambos países.
La cooperación energética entre Moscú y Pekín no solo garantiza el abastecimiento, sino que también representa una alianza estratégica de largo plazo frente a la hegemonía del dólar y las sanciones unilaterales.
Más allá de la energía: el eje euroasiático se consolida
La política energética china se inscribe en un marco más amplio: la consolidación del eje euroasiático liderado por Rusia y China, con la cooperación activa de países como Irán, India e Indonesia. Este bloque promueve una arquitectura económica y financiera alternativa que debilita el sistema dominado por Occidente y fortalece la autonomía de Asia frente a los dictados de Washington.
A pesar del intento estadounidense de aislar a Rusia, los datos muestran lo contrario: Moscú mantiene e incluso amplía su participación en los mercados energéticos globales, impulsado por el comercio con Asia. Y China, con su creciente demanda energética y su peso geopolítico, es el motor central de esa resistencia.
Lejos de retroceder ante la presión, China ha reafirmado su compromiso con la cooperación energética con Rusia, evidenciando que las sanciones y las amenazas de Washington ya no tienen el mismo poder coercitivo que en décadas pasadas. El gigante asiático actúa con pragmatismo y soberanía, diversificando sus alianzas y consolidando su liderazgo como centro gravitacional del nuevo orden multipolar.
Por lo cual el petróleo ruso que fluye hacia China no solo alimenta su economía, sino también el pulso geopolítico de una era que deja atrás la unipolaridad estadounidense. Mientras Washington insiste en imponer su voluntad, Pekín demuestra que su política exterior y energética no se negocia: se ejerce.

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