65 de Casa de las Américas: Memoria viva y permanencia, punto de encuentro y una obra que continúa

Estamos ante el aniversario número 65 de Casa de las Américas y la plataforma Huele a Azufre celebra a esta institución cultural cubana, junto al Gobierno Revolucionario que la hizo posible y al heroico pueblo de Cuba que la sostiene. Por tal motivo presentamos un extracto del artículo del periodista Deny Extremera San Martín para Cubadebate.
“Fe de erratas. Donde dice: 12 de octubre de 1492, debe decir: 28 de abril de 1959. En ese día de abril fue fundada, en Cuba, la Casa que más nos ha ayudado a descubrir América y las muchas Américas que América contiene”.
En pocas líneas, esas que escribía y desdibujaban las fronteras de ensayo y crónica, narración y poesía, Galeano resumía la impronta de la institución que este domingo cumple 65 años.
Aquel día de enero de 2012, en las palabras inaugurales del Premio Casa, el autor de Las venas abiertas de América Latina, Memoria del Fuego y El libro de los abrazos decía que “la otra fecha, la de octubre, rinde homenaje a sus presuntos descubridores, esos que la historia oficial aplaude, pero ellos fueron más encubridores que descubridores: iniciaron el saqueo colonial mintiendo la realidad americana y negando su deslumbrante diversidad y sus más hondas raíces.
“En cambio, la Casa de las Américas, nacida de la Revolución cubana, lleva más de medio siglo ayudándonos a vernos con nuestros propios ojos, desde abajo y desde adentro, y no con las miradas que desde arriba y desde afuera nos han humillado desde siempre”.
Es una historia ya larga, que rebasa en volumen, intensidad, dimensión y geografía —tanto la física (porque la huella que ha dejado en muchos ha ido más allá de La Habana, de la América Latina y el Caribe) como la cultural y de pensamiento— el mero conteo de los años. Y no termina.
En un día de abril, a pocas horas de comenzar la edición 64 del Premio, el director del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa (CIL), Jorge Fornet, me comenta sobre el reto de recoger en un libro (las ediciones de Premio Casa de las Américas: memoria, junto a Inés Casañas) la trayectoria del Premio y la institución.
En las palabras preliminares a Premio Casa de las Américas. Memoria 1960-2020, Fornet escribió que “esta es la historia de un premio literario. Pero es también –si se nos perdona la inmodestia– la historia de buena parte de la literatura latinoamericana y caribeña de las últimas seis décadas. Durante sus sesenta años de existencia, el Premio, el más antiguo de su tipo en el Continente, ha sido reflejo de la historia y la cultura de la América Latina y el Caribe.
“No es de extrañar que su repercusión fuera inmediata. Ya en el discurso que pronunciara en la Conferencia de Punta del Este en 1961, el Che Guevara lo mencionaba como prueba y ejemplo de la ‘exaltación [que Cuba propiciaba] del patrimonio cultural de nuestra América Latina’.
“A partir de su primera edición en 1960, en la cual fueron jurados desde escritores consagrados como Miguel Ángel Asturias, Nicolás Guillén y Alejo Carpentier hasta jóvenes promesas como Carlos Fuentes, el certamen ha contado con la presencia de más de mil intelectuales de varios continentes.
“Muchos autores a quienes la vida condujo por los más disímiles rumbos (Juan José Arreola, Mario Benedetti, Kamau Brathwaite, Italo Calvino, Antonio Candido, Ernesto Cardenal, Fernando Henrique Cardoso, Camilo José Cela, Julio Cortázar, René Depestre, María Rosa Oliver, Nélida Piñón, Ángel Rama, José Saramago y Mario Vargas Llosa, entre otros) han legitimado, al participar como jurados en él, un premio empeñado en apoyar, inclusive, la creación en géneros no canónicos o en otras lenguas de nuestra América, además de estimular el esfuerzo de los nuevos escritores.
“De hecho, autores como José Soler Puig, Roque Dalton, Ricardo Piglia, Alfredo Bryce Echenique, Antonio Skármeta y Eduardo Galeano daban sus primeros pasos en la literatura cuando fueron galardonados y publicados por la Casa”.
“Nunca dejemos de pensar que somos de la Patria Grande. La historia de este premio ha sido la historia de América Latina en estas décadas. Un premio que sirvió para estimular a nuevos escritores, como Galeano, que daban sus primeros pasos en la literatura cuando fueron premiados aquí”.
“La Casa tiene el sello de Haydée, y Retamar es una herida incurable, porque su liderazgo y la hondura de su poesía llenaron todos estos espacios”.
“(…) Es una réplica en pequeño de la Cuba que sigue empecinada en no renunciar a la utopía”.
Abel Prieto en la inauguración del 61 Premio Casa de las Américas, 2020
La Casa, hoy presidida por el escritor Abel Prieto, fue creada poco después de triunfar la Revolución y a escasas semanas del nacimiento del Icaic.
Pronto, en octubre de 1959, lanzaba la primera convocatoria al Concurso Literario Hispanoamericano. En 1964, con la entrada de autores brasileños, que propuso Manuel Galich, subdirector de la institución, adoptaba el nombre de Concurso Literario Latinoamericano y a partir de 1965 sería el Premio Literario Casa de las Américas.
En las últimas dos ediciones, cambió su tradicional convocatoria de enero a abril, coincidiendo con el aniversario de Casa, y cumplió en estos días 64 años, uno menos que la institución, porque no fue convocado en 2021 debido a la pandemia de covid-19.
“Nació cuando la Casa comenzaba su camino. Los fundadores contaban que había una inquietud: ¿qué hace una institución cultural, cómo convoca? Y surgió [una propuesta de Katya Álvarez y Marcia Leiseca que Haydée apoyó de inmediato] la idea del concurso, cuya primera edición se celebró en enero de 1960.
“Lo curioso es que esa idea, aparentemente improvisada, que surgió fruto de las circunstancias, haya cuajado y quedado para siempre. Ese año, el premio tuvo una convocatoria enorme [575 originales recibidos], que respondía, obviamente, a la convocatoria de la Revolución cubana”, dice Jorge.
No era “una institución en el aire”, agrega, y recuerda a Roberto Fernández Retamar afirmando que era “un epifénomeno de la Revolución”.
Nacía, como poco antes el Icaic, del sustrato de una política cultural que se iba conformando y el contexto (la Revolución cubana atrayendo la mirada mundial hacia el país y América Latina, donde, a la vez, comenzaban a tejerse las redes para su aislamiento político y alentaban nuevos aires sociales y políticos que tenían su reflejo también en la literatura, el arte y el pensamiento) hizo que desde sus inicios deviniera en puente de comunicación del proceso de cambio que vivía la Isla con la intelectualidad del continente.
En aquella primera edición, Alejo Carpentier, que poco antes había regresado a Cuba y organizado el primer Festival del Libro Cubano, ayudó a preparar las bases del concurso, fue jurado y, a la vez, convocó a gran parte de los jurados, entre ellos algunos jóvenes y otros ya consagrados a nivel internacional.
Estos, junto a varios premiados, participaron en una serie de encuentros literarios en la Biblioteca Nacional José Martí bajo el título Autores, que incluyeron charlas, disertaciones e intercambios con los lectores.
Ha sido una de las características del Premio: no se limita al análisis y la selección de obras, sino que propicia presentaciones de libros premiados (incluidas traducciones en los casos del Caribe anglófono y francófono y Brasil), lecturas, debates, conferencias; también conciertos, exposiciones y otros eventos culturales.
Hoy es improbable un coloquio, premio, temporada, festival, año temático, evento teórico u otra iniciativa sobre una manifestación artística o literaria específica, organizados por Casa, que no incorporen a otras en su programa.
Esa vocación orgánica, integradora, de incansable búsqueda que quedó en el ADN de la Casa desde los días de su fundación, le ha llevado no solo a revelar, promover y apoyar a jóvenes escritores, artistas, intelectuales, sino a poner la atención o iluminar tendencias, fenómenos, áreas de la creación y la tradición, la vida social y cultural y el pensamiento en América Latina, el Caribe o entre sus diásporas que no estaban suficientemente visibilizados.
“Siempre me ha llamado la atención qué explica la sobrevivencia de la Casa y del Premio en estos 65 años”, me dice Jorge.
“Es uno de sus grandes méritos, estar cambiando y creciendo permanentemente. La Casa sigue siendo la misma de abril de 1959, el proyecto de integración cultural latinoamericana y caribeña, pero, al mismo tiempo, es otra; incluso, eso que llamamos América Latina ya no es lo que se consideraba entonces. Nuestra América ya no es lo que se concebía en aquellos momentos iniciales, aquella del río Bravo a la Patagonia, pues hace rato desbordó el río Bravo y también está en la otra América.
“Hay una vocación de estar expandiendo las fronteras y redefiniendo permanentemente qué es la América Latina, qué es el Caribe, cuál es el público de la Casa. Para entender la trayectoria, lo que se hace en la institución, hay que entender esa idea base: no podemos acomodarnos a lo que damos por hecho; hay que ampliarse, crecer constantemente”.
Por ejemplo –añade– el premio hubiera podido funcionar 60 años o más en su concepción original.
Pero a los cinco géneros canónicos convocados en 1960 (poesía, novela, cuento, ensayo y teatro) se sumaron los de testimonio (1970), literatura para niños y jóvenes (1975); la literatura caribeña en lengua inglesa (1975), francófona (1979) y creole (1983); literatura brasileña (1980) y literatura en lengua indígena (1994), los premios extraordinarios y, desde el 2000, los tres honoríficos: el Premio de Narrativa José María Arguedas, el Premio de Poesía José Lezama Lima y el Premio de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada.
Sobre el hito de ser el primer premio literario en reconocer el testimonio como género, Jorge recuerda que “fue muy discutido. Empezaron a llegar obras que escapaban del canon. No es que quisiéramos forzar el canon, es que ya los escritores, la realidad, lo estaban forzando. Desde la Casa, y desde los jurados del Premio, se percibió que había algo nuevo, un género que tenía una fuerza extraordinaria y no acababa de ser reconocido. Tocaba reconocerlo, reconocer a quienes lo escribían y a sus sujetos, los testimoniantes”.
En 1967, la Casa acogió dos eventos históricos. El año comenzó con el Encuentro con Rubén Darío, a propósito de su centenario, y se le dedicó el número 42 de la revista Casa, mayo-junio 1967.
“Uno de los grandes poetas de la lengua, que uno asocia casi con la torre de marfil, el poeta excelso, el gran modernista. Muchos escritores progresistas habían sacado a Darío del altar”, comenta Jorge Fornet, y destaca que la Casa contribuyó a rescatar su legado también desde la izquierda.
El debate entre destacados intelectuales del continente (los testimonios pueden encontrarse en internet) reivindicó al poeta en un lugar preponderante en la tradición latinoamericanista.
Poco después, a finales de julio y principios de agosto, se celebró el Primer Encuentro Internacional de la Canción Protesta, al que asistieron más de 50 cantores de casi una veintena de países.
Meses más tarde, ya en febrero de 1968, se celebraría el también histórico primer concierto de Silvio, Pablo y Noel juntos en la Sala Che Guevara.
Silvio Rodríguez, Noel Nicola y Pablo Milanés en su primer concierto juntos, en Casa de las Américas, febrero de 1968.
En enero de 2018, en las palabras inaugurales del Premio Casa 59, Silvio dijo: “(…) el mes que viene hará medio siglo de que varios trovadores de mi generación estuvimos por primera vez en este mismo salón. Aún no se llamaba Che Guevara, aunque ese fue un nombre que nos sobrevoló aquella noche.
“Lo que era yo, estaba bastante azorado, casi no me lo creía, porque en febrero de 1968 Casa de las Américas era ya un lugar honroso y querido, liderado por una heroína y respaldado por brillantes artistas y escritores”.
Autor: Deny Extremera San Martín/ Cubadebate
Para leer el artículo completo: Cubadebate

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