Trump y Milei

¿Por qué gobiernan Trump y Milei? I Parte

Trump se dispone a iniciar su segundo mandato al frente de la primera potencia y Milei cumplió un año como presidente de un país periférico. Se ubican en las antípodas de la estructura económica y geopolítica mundial, pero forman parte de la misma oleada ultraderechista que captura gobiernos en todo el planeta. Observar qué tienen en común y qué los diferencia, contribuye a caracterizar al principal enemigo del momento y a definir cómo enfrentarlo.

Penetración del discurso derechista

Tanto en Estados Unidos como Argentina, el avance de corrientes reaccionarias se consumó en contextos críticos, pero no catastróficos. Su éxito no derivó de la existencia de situaciones límites, coyunturas inmanejables o escenarios desbordados. 

Trump consiguió un resultado electoral significativo en todos los sectores sociales y amplió la base de apoyo de su primer mandato, pero con baja participación de votantes. El malestar con la inflación y el pesado endeudamiento de las familias fue determinante de su éxito, en un marco de magro crecimiento habitual y empleo de baja calidad. Logró convertir nuevamente a los inmigrantes en el gran chivo expiatorio, en un contexto de menor aluvión de indocumentados. 

Para leer más análisis sobre Donald Trump: Pirómano en la Casa Blanca –

Pirómano en la Casa Blanca

El magnate no consiguió el trofeo de la presidencia cabalgando sobre algún problema candente o cómo gran salvador ante una crisis superior a la usual. Volvió a imponerse por la previa penetración del discurso derechista en una gran porción de la sociedad norteamericana. Esa incidencia le permitió potenciar los prejuicios ya instalados y repetir la demagogia proteccionista, que promete recomponer los ingresos populares incrementando los aranceles. Culpó a los inmigrantes por el deterioro de los salarios, blanqueando a los capitalistas y ocultó que los trabajadores de otras nacionalidades contribuyen al crecimiento y generan importantes ingresos fiscales.

El patrón discursivo de Trump es el mismo que utilizan otros líderes de la ultraderecha para desparramar vacuas promesas. Milei obtuvo una sorpresiva victoria con la misma fórmula. Su latiguillo económico no fue el proteccionismo sino la dolarización, que enalteció como un remedio mágico para la inflación.

El anarcocapitalista argentino aprovechó el descontento con la economía, en una situación de crisis acotada y distante de las catástrofes de 1989 o 2001. Al igual que su referente norteamericano se montó en la aceptación del discurso derechista y por eso pudo culpabilizar a una indefinible casta política de todas las desgracias del país. Captó el voto transversal de múltiples sectores y la simpatía de los jóvenes pauperizados. 

Para leer análisis sobre el primer año del gobierno de Milei en Argentina: Argentina: el arte y la guerra en la comunicación política –

Argentina: el arte y la guerra en la comunicación política

Al cabo de un año de gobierno ha provocado un tremendo deterioro del nivel de vida popular. Destruyó medio millón de puestos de trabajo, expandió la pobreza y degradó a la clase media con impagables aumentos de tarifazos y cuotas de la medicina prepaga. Incrementó además la precarización laboral, con crecientes despidos en la administración pública y dinamitó el acervo cultural, con un recorte del presupuesto que asfixia a la universidad pública y recrea la fuga de cerebros. 

Para justificar semejante devastación Milei utiliza argumentos disparatados, cifras inventadas y razonamientos contrafácticos. Afirma que los salarios crecen, las jubilaciones se recuperan y el crecimiento se afianza, luego de controlar una fantasmagórica inflación del 17.000 %. Sólo la penetración lograda por la ideología derechista en importantes capas de la población explica su auditorio para semejantes desvaríos, al cabo del duro sufrimiento que ha generado en el grueso de la sociedad.

Frustraciones y desengaños 

La principal razón del avance ultraderechista es la generalizada decepción con las experiencias previas. En Estados Unidos, Trump canalizó el malestar con el neoliberalismo progresista, que aprobó todas las modas del multiculturalismo, el ecologismo y los derechos LGBTQ, convalidando al mismo tiempo los modelos económicos regresivos de privatizaciones y desigualdad. 

El discurso cosmopolita de respeto a las minorías coexistió con el apuntalamiento de una brecha social, que empobreció a las mayorías y enriqueció a los dueños del poder (Fraser, 2019). La demagogia del magnate logró enorme receptividad entre los trabajadores afectados (o indignados) con esa duplicidad.

“La presidencia de Milei se explica por el monumental fracaso de Alberto Fernández, que encabezó la gestión más fallida de la historia del peronismo. No solo convalidó todas las exigencias económicas de los poderosos, sino que renunció a librar alguna batalla política contra el desconocido charlatán derechista, que despuntaba con una pequeña formación”

Ese antecedente coincidió con la impotencia de la rival Demócrata de Trump. Harris adoptó la agenda de su adversario, se mimetizó con su competidor y desplegó una campaña republicana light, avalando el clima de antiinmigración, eludiendo la batalla por el aborto y desechando las demandas del movimiento afroamericano. Su total convalidación del genocidio en Gaza potenció el desengaño de los sectores progresistas que optaron por faltar a las urnas (Selfa; Smith, 2024).

Kamala tan solo repitió convocatorias vacías a “defender la democracia” que no suscitaron ningún eco, porque fueron correctamente interpretadas como mensajes hipócritas. Trabajó para Wall Street y abandonó a la clase obrera, con discursos formateados para los sectores acomodados. Frente a semejante amoldamiento al status quo, Trump pudo perfeccionar con facilidad su imagen de rebelde.

El caso argentino ofrece un ejemplo más contundente de la decepción con el progresismo. La presidencia de Milei se explica por el monumental fracaso de Alberto Fernández, que encabezó la gestión más fallida de la historia del peronismo. No solo convalidó todas las exigencias económicas de los poderosos, sino que renunció a librar alguna batalla política contra el desconocido charlatán derechista, que despuntaba con una pequeña formación. Milei pavimentó su camino a la presidencia en la resignación de sus contrincantes. 

La gran audiencia de su campaña anti estatista se nutrió de esa impotencia. Fernández demolió la imagen positiva de la actividad pública, abandonó a los trabajadores informales, se sometió al agronegocio y capituló ante el Fondo Monetario Internacional (FMI). 

Desde el sillón de la presidencia, Milei acumula mayores réditos con esa impotencia del justicialismo. Impone su programa reaccionario con el sostén de una pequeña minoría de legisladores, frente a la pasividad del grueso del peronismo y la complicidad de sus sectores más conservadores. No solo absorbió a la derecha amigable, sino que neutralizó también al segmento que proclama su rechazo al rumbo actual.

Esa inacción le permite mantener el inconsistente relato que justifica sus atropellos. Atribuye todos los ajustes a una carga heredada, ocultado que su política económica impuso un sufrimiento autoinfligido al grueso de la población. 

La pasividad del progresismo frente a la audacia provocadora de la ultraderecha no es una exclusividad argentina. Fue anticipada en Brasil con la quietud de Dilma frente al despunte de Bolsonaro. La misma dinámica se repitió en Perú durante la frustrada experiencia de Castillo, que incumplió sus promesas en una gestión caótica. 

Estos antecedentes constituyen una seria advertencia para Chile. Boric ha convalidado el tiránico manejo del poder militar y el control de la economía por parte de una pequeña élite de millonarios. La decepción que ya generó su gobierno prende una luz roja sobre los procesos que conservan la confianza popular.

La prioridad de la paz y las tibias reformas que propicia Petro en Colombia no impedirán el retorno de la derecha, si no cumple con la expectativa de cambios que lo llevaron al gobierno. Tampoco el acotado desahogo económico que introdujo Lula en Brasil, alcanzará para contender el visible resurgimiento del bolsonarismo. El extraordinario sostén electoral que logró Scheiman en México se pondrá rápidamente a prueba, si Trump confirma la virulenta andanada que anunció contra su vecino. 

Para leer análisis del gobierno de Petro, en Colombia: Del progresismo a la izquierda: tres miradas al Gobierno Petro –

Del progresismo a la izquierda: tres miradas al Gobierno Petro

“El contraataque derechista contra la diversidad sexual es más furibundo. Incluye una homofobia brutal, que combina lugares comunes con invocaciones bíblicas, para aterrorizar a las familias con fantasmagóricos peligros”

Revertir conquistas democráticas

Trump y Milei convergen en su reacción contra las conquistas democráticas obtenidas en las últimas décadas. Encarnan la típica respuesta conservadora contra los derechos logrados por distintos movimientos y repiten lo ocurrido en situaciones semejantes del pasado. Con esa operación reaccionaria diabolizan los denominados “temas woke”, un término peyorativo que utilizan para estigmatizar cualquier logro progresista (Vergara; Davis, 2024). 

El feminismo es frontalmente atacado para revertir los avances obtenidos por el movimiento de mujeres. Las versiones más exóticas de esa campaña presentan al hombre como un damnificado por la “ideología de género”. Utilizan ese descalificativo para burlarse del respeto hacia la mujer, que fue conquistado en muchos países al cabo de una intensa lucha. También batallan contra el derecho al aborto, reflotando los viejos y desgastados argumentos confesionales.

El contraataque derechista contra la diversidad sexual es más furibundo. Incluye una homofobia brutal, que combina lugares comunes con invocaciones bíblicas, para aterrorizar a las familias con fantasmagóricos peligros (“los niños retornarán de la escuela con el género invertido”).

La ultraderecha embiste con la misma brutalidad contra las minorías tradicionalmente hostilizadas en cada país. En Estados Unidos recrea el viejo patrón racista e intenta desbaratar el movimiento de Black Lives Matters, que forjaron los afroamericanos para detener la violencia policial. 

Trump combina esa arremetida con el nacionalismo chauvinista. Convoca a “engrandecer nuevamente a Estados Unidos”, reflotando la imaginaria esencia blanca, patriarcal y protestante de esa nación. Sus pares de Europa utilizan la misma fórmula para denigrar a los inmigrantes de África y del mundo árabe, enalteciendo la identidad cristiano-occidental del Viejo Continente. 

Con esas campañas, la ultraderecha actualiza la antigua receta de dividir a los pueblos en antagonismos artificiales para consolidar su dominación. Potencia las diferencias étnicas y acentúa las tensiones religiosas, para transformar el miedo en odio de los propios desposeídos contra sus hermanos de clase.

Los prejuicios racistas contra los pueblos vecinos (paraguayos, bolivianos), forman parte también del recetario ultraderechista en Argentina. Pero Milei ha centrado su embestida antidemocrática en otros dos objetivos. El primero es revertir la gran conquista que condujo a los genocidas de la dictadura a la prisión. Motorizó una campaña por la desmemoria que enaltece a Videla y cuestiona el emblema de los 30 mil desaparecidos, para forzar el indulto de los militares que cumplen condenas. El grupo que propaga sus ideas (Laje, Márquez) se forjó en una cruzada contra ese extraordinario logro democrático (Saferstein, 2024). 

El segundo propósito de Milei es modificar las relaciones sociales de fuerzas imperantes en el país para destruir los sindicatos, arrasar las cooperativas y quebrantar las organizaciones democráticas (Katz, 2024: 305-322). Cuenta con el sostén de las clases dominantes, que toleran todos sus exabruptos y aceptan su caótica gestión del Estado en manos de impresentables personajes. Los medios de comunicación y los jueces le perdonan todos los bochornos imaginables, porque esperan lograr con el gobierno actual su anhelada meta de pulverizar las organizaciones populares.

“En un marco de gran disconformidad con el periodismo convencional impuso el uso desfachatado del universo digital. Perfeccionó esa manipulación, con las mentiras que instalan sus trols para fijar la agenda política cotidiana”

Remodelación beligerante

Tanto Trump como Milei llegaron al gobierno como un resultado de la propia transformación interna que procesó la ultraderecha. Esa vertiente sustituyó su viejo perfil elitista, conformista y conservador por una actitud disruptiva, con disfraces rebeldes y poses contestarias. Ha copiado las posturas de la izquierda con propósitos contrapuestos (Urbán, 2024). Utiliza el maquillaje desobediente para apuntalar la explotación capitalista, incentivar la persecución de las minorías e imponer la desmovilización de los trabajadores.

Con esa cosmética rupturista de gestos contraculturales amplió su gravitación en las clases medias y consiguió una novedosa incidencia entre los asalariados y los empobrecidos. Aprovechó la crisis de la credibilidad de la comunicación tradicional, para extender su influencia en las redes con el sostén de connotados multimillonarios. En un marco de gran disconformidad con el periodismo convencional impuso el uso desfachatado del universo digital. Perfeccionó esa manipulación, con las mentiras que instalan sus trols para fijar la agenda política cotidiana.

El cambio de clima en ese ámbito está a la vista en la sustitución de personajes renombrados. La filantropía neoliberal de Bill Gates —que se auto erigió como consejero para resolver todos los problemas de la humanidad— ha perdido peso. Ahora prevalece la brutalidad de Elon Musk, que no disimula su narcisismo y desprecio por cualquier causa noble. Transformó a twitter en una cloaca de discursos de odio, ataques antifeministas e insultos racistas. Se dispone a reforzar ahora su negocio de privatización del espacio cósmico, desde el alto cargo público que le asignó Trump.

Milei no solo comparte esos hábitos de la nueva derecha, sino que está empeñado en conceptualizarlos, para convertirlos en los temas dominantes de la política internacional. Por eso invierte tantas energías en la batalla cultural contra el progresismo. Estima que el neoliberalismo ya derrotó a esa vertiente en el plano económico al universalizar los principios de competencia, mercado y beneficio. Pero no consiguió ese mismo éxito en el campo del pensamiento, los valores y las actitudes. Para lograr esa segunda victoria encara una “lucha por la hegemonía”, utilizado términos del vilipendiado marxista Gramsci.

Pero esa disputa de ideas es poco afín a la ultraderecha, que se maneja con más naturalidad en la pugna por el poder con el uso de la fuerza. Aunque mencione sin entender la noción gramsciana de la hegemonía, su comportamiento sigue guiado por los principios schmittianos de autoridad, decisión y definición de un enemigo a enfrentar. Con ese bagaje, aprovecha la impotencia de sus opositores y la pasividad de sus adversarios, para imponer sus códigos en cada confrontación (Sztulwark, 2024).

Trump ha utilizado los mismos criterios para construir poder con fanfarronería y prepotencia. Proclamó con total desparpajo su intención de impugnar cualquier resultado electoral que no fuera su propio triunfo y preparó un ejército de seguidores para esa sublevación. Con esa actitud se presenta como el líder celestialmente destinado a resucitar el liderazgo mundial de Estados Unidos.

Ese mismo estilo bravucón, utiliza la ultraderecha en otros países para neutralizar la gravitación de sus viejos socios del conservadurismo tradicional. Define la agenda y permea todo el debate, fijando las prioridades del sistema político. Ese avance coincide con la renovada incidencia de teóricos del liberalismo extremo (Hayek), en desmedro de sus colegas convencionales (Aron). También empalma con el agotamiento del consenso neoliberal, que en las últimas décadas aseguraba la alternancia de las fuerzas tradicionales en la gestión del mismo orden capitalista (Merino, 2023).

Trump sostiene ese giro reaccionario en la tradición forjada por la “revolución conservadora” que inauguró Reagan y consolidó el Tea Party. Ha recreado la vasta red de millonarios, medios de comunicación e iglesias que coparon el Partido Republicano y aportan personal y base militante a su próximo gobierno.

Milei no cuenta con el partido, las congregaciones y el entretejido financiero de su padrino yanqui. Llegó al gobierno en forma improvisada, sin la tropa adicta que forjó su jefe de la Casa Blanca. Por eso invirtió gran parte de su primer año de mandato en crear ese sustento. Gobierna radicalizando acciones y subiendo la apuesta para gestar un movimiento identificado con su figura. 

Los resultados de ese operativo son hasta ahora exiguos. Está embanderado con una versión anarcocapitalista ajena a la tradición liberal criolla y profesa un credo distante del viejo nacionalismo reaccionario. Sus gurúes han intentado la fusión de su minoritario dogma ultraliberal austríaco con el catolicismo conservador de sus allegados (Johannes, 2022). Pero ese cóctel de libertarianos y tradicionalistas no suscita hasta ahora gran acompañamiento. En los hechos salió airoso de su primer año más por el auxilio de la oposición, que por la consolidación de una fuerza propia.

Autor: Claudio Kats

Referencias usadas por el autor

Fraser, Nancy (2019). ¿Podemos entender el populismo sin llamarlo fascista?, 11-4-2019 http://www.sinpermiso.info/textos

Selfa, Lance; Smith, Sharon (2024) Es la economía, estúpido13/11, https://www.cadtm.org/Es-la-economia-estupido.

Vergara, Jimena; Davis, Sybil (2024) La elección presidencial en EE. UU., la nueva derecha y cómo enfrentarla, https://www.aporrea.org/internacionales/a335842.html

Saferstein, Ezequiel (2024) Agustín Laje, el cruzado de la nueva derecha latinoamericana. enero

https://nuso.org/articulo/agustin-laje-el-cruzado-de-la-nueva-derecha-latinoamericana/

Katz, Claudio (2024). América Latina en la encrucijada global, Buenos Aires Batalla de Ideas; La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

Urbán, Miguel (2024). La extrema derecha ha recogido el elemento rebelde de la izquierda

https://www.pagina12.com.ar/723698-miguel-urban-la-extrema-derecha-ha-recogido-el-elemento-rebe

Sztulwark, Diego (2024) ¿Un presidente gramsciano? https://www.pagina12.com.ar/783571-un-presidente-gramsciano

Merino, Gabriel (2023). Un nuevo consenso de Washington https://www.iade.org.ar/noticias/un-nuevo-consenso-de-washington

Johannes, Javier Molina (2022). La batalla cultural Usos de Gramsci por las derechas 

https://www.academia.edu/93514187/La_batalla_cultural_usos_de_Gramsci_por_las_derechas_latinoamericanas_contempor%C3%A1neas

Roberts, Michael (2024) EEUU: Unas elecciones sobre la economía, la inmigración y las políticas de identidad https://contrahegemoniaweb.com.ar/2024/11/11/eeuu-unas-elecciones-sobre-la-economia-la-inmigracion-y-las-politicas-de-identidad/

Seymour, Richard (2024). Entrevista al pensador marxistasobre cómo la extrema derecha explota la crisis medioambiental https://vientosur.info/richard-seymour-no-puedes-pegarle-un-tiro-al-cambio-climatico/

 

Spread the love

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *