No hay “America Great Again” en Yemen

El principal movimiento extranjero que públicamente presta su apoyo a Gaza, los hutíes, logró desautorizar la figura estadounidense con fuertes ofensivas que buscaron debilitar sus conexiones marítimas en Asia.
“Ellos han capitulado” expresó en una conferencia de prensa el presidente Donald Trump este martes, refiriéndose al movimiento hutí, Ansar Allah.
Difícil creerlo, luego de que el grupo yemení lograra doblegar el sistema de última tecnología israelí bombardeando uno de sus más grandes aeropuertos.
Difícil creerlo, considerando que Estados Unidos está sufriendo uno de los mayores bloqueos de la historia a sus navíos comerciales por el cruce del Mar Rojo.
Mirando con retrospectiva a los últimos meses, el acuerdo del cese al fuego entre Ansar Allah y Washington, es un acuerdo que favorece más al lado americano que al asiático.
Este martes 6 de mayo quedó retratado como una nueva batalla perdida para Trump, en una seguidilla de problemáticas que afronta por sus propias desquiciadas decisiones en su gobierno.
Mediados por el Sultanato de Omán, ambas partes lograron programar un alto al fuego, posterior a semanas de intensos ataques: de Estados Unidos hacia tierras yemeníes, como de misiles hutíes dirigidos hacia buques norteamericanos.
A pesar de que Trump comentara en su discurso que la resistencia yemení “no quiere pelear más”, en una entrevista publicada este miércoles por el canal local Al Masirah, el portavoz del movimiento popular yemení Ansar Allah, Muhamad Abdel Salam, declaró que este acuerdo sólo se sostendrá si la Casa Blanca conserva su postura. Luego sumó que la única precedencia que tenían de un intento de cese al fuego, era la experiencia previa estadounidense en Yemen, que ha demostrado lo contrario.
“Recibimos solicitudes de los Estados Unidos a través del sultanato de Omán, y lo que cambió fue la posición estadounidense, la nuestra sigue sin cambios”, declaró.
Así mismo, los representantes del movimiento hutí declararon que esta tregua no involucra a la entidad sionista israelí, objetivo principal de ofensiva y bloqueo por sus acciones en el territorio palestino, y principalmente en la Franja de Gaza.
Enemigos públicos
El bloqueo de Ansar Allah en el Mar Rojo comenzó en octubre de 2023, dos semanas después del inicio de la última guerra diaria en Gaza.
Detener la ruta comercial del estrecho de Bab Al Mandeb, logró confiscarle hegemonía espacial al comercio estadounidense, el cual, al ser un aliado directo de Israel se convirtió en uno de los principales targets del grupo yemení.

Los hutíes nacieron como un partido político yihaidista en contra del imperialismo. Su auge se constituyó en la defensa que establecieron contra los ataques de Washington, a través de representación saudita, en la guerra de Yemen iniciada en 2015.
Ansar Allah tomó doctrina de Hezbollah, y logró analizar las tácticas convenientes para deslegitimar al enemigo occidental, utilizando los conocimientos propios de sus tierras y aguas.
Para mediados del 2024, cuando se definió el fracaso de la Operación Guardián de la Prosperidad por parte del Pentágono, las cifras indicaban que la ofensiva de portaaviones estadounidenses liderados por el USS Eisenhower, había disparado 155 misiles estándar y 135 misiles de ataque terrestre, además de otros 500 misiles de diferentes aviones y helicópteros.
Este gastadero de ofensivas no logró debilitar la resistencia yemení.
Mick Mulroy, exfuncionario del Departamento de Defensa y de la CIA, declaró en ese entonces “Esto se convierte en un problema porque el mayor beneficio, incluso si derribamos sus misiles y drones, es a favor de Yemen… Nosotros, los EE. UU., necesitamos empezar a buscar sistemas que puedan derrotarlos y que se ajusten mejor a los costos que están invirtiendo para atacarnos”.
Durante el ficticio cese al fuego entre Israel y Hamas, Ansar Allah detuvo el bloqueo marítimo y conservó una postura de tregua, correspondiendo a lo enunciado por la resistencia palestina.
Mientras Hamas mantuvo ese alto al fuego, la entidad sionista procuró desacatar las normas pactadas y continuó atacando tanto de forma estratégica como militar el suelo palestino. Los hutíes observaron con detenimiento cada continua escalada israelí, anunciando que, si las acciones proseguían, su templanza finalizaría.
El punto límite fue cuando Israel comenzó un bloqueo de ayuda humanitaria, entrada de alimentos, agua y electricidad a la Franja de Gaza. Ante la no cancelación de esta ofensiva, Yemen retomó su táctica marítima sobre el Mar Rojo para atacar directamente a la entidad de ocupación y a sus socios comerciales.
Durante esta segunda fase del conflicto, Ansar Allah concretó ofensivas mucho más agresivas, como la persecución y asalto al portaaviones estadounidense USS Harry Truman.
El ataque a tal potencia militar ayudó a elevar la imagen del movimiento de la resistencia, permitiendo construirles una mayor legitimidad entre los demás movimientos de la zona; perjudicando al principal socio del estado sionista.
El 28 de abril la marina norteamericana perdió un avión de combate F-18 valuado en 60 millones de dólares al realizar un giro brusco buscando evadir misiles hutíes.
En esta segunda revancha del bloqueo naval, Estados Unidos no logró concretar poderío en la zona. Por eso, es difícil creer cuando Trump anuncia que fueron los hutíes quienes solicitaron el cese al fuego.
Una limpieza étnica a los ojos del mundo
A comienzos de esta semana, el primer ministro israelí, siguiendo las líneas de derecha de su padrino norteamericano, anunció un plan extremista y de genocidio total hacia el pueblo palestino en Gaza.
Según el plan expuesto, el estado sionista concentrará en un nuevo desplazamiento forzoso a los gazatíes al norte de la región en seis campamentos. Para obtener comida deberán recorrer kilómetros, y serán autorizados para retirarla por sistemas de reconocimiento facial para diferenciar a los ciudadanos de los militantes de Hamas, a pesar de que el gobierno hebreo (sic) identifica a cualquier persona joven como miembro del grupo.
Ante esta noticia, el único grupo de la resistencia en movilizarse contra el estado sionista fue Ansar Allah, bombardeando el aeropuerto Ben Gurión ubicado en la ciudad ocupada palestina de Jaffa.
Este ataque logró atravesar la cúpula de hierro, el sistema de defensa más caro del mundo, con el cual Israel se resguarda de sus incontables enemigos de la región.

El grupo yemení anunció a las agencias israelíes que el bloqueo ya no sería sólo naval sino también aéreo e incentivó a las compañías a detener sus futuros recorridos.
En consecuencia, Estados Unidos e Israel bombardearon el puerto de Hodeidah en Yemen, y ciudades civiles como Saná.
Horas después de ambos ataques fue que se realizó el acuerdo del alto al fuego.
Sin embargo, las fuerzas yemeníes declararon fervientemente que este acuerdo con Washington no abarcaría un fin a las hostilidades y enfrentamientos con Tel Aviv.
De hecho, el grupo enfatizó en la razón madre de la ofensiva del Mar Rojo, la cual es detener el genocidio causado por el estado hebreo (sic) en Gaza.
La Casa Blanca destina un enorme presupuesto en financiar los movimientos militares israelíes, y el comienzo de una nueva escalada de violencia podría debilitar el plan que tiene destinado, y con el cual se entusiasmó el gobierno de Trump, para Gaza.
Estados Unidos no puede conceder más gasto a ofensivas violentas que no le generen victorias, de las cuales prescinde hace años, desde el fracaso de la Guerra de Vietnam, hasta la actualidad, donde el uso de la fuerza, la concentración de la información y el belicismo no les son suficientes para mantener su hegemonía imperialista.
Fuente: PIA Global/Gianna Rosciolesi

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