La coartada de la derecha al descubierto

Trajeron a un candidato de trastienda, creado por lobistas y el Departamento de Estado. La injerencia de Estados Unidos en la elección venezolana es abierta y descarada. Cada día prosigue con más amenazas y “sanciones” y decidiendo quién queda como candidato derechista.
Sucedió como en El parto de los montes. Lo que salió es un rolling al pitcher. Después de consultas, viajes a Washington, amagos y amenazas, el núcleo duro de la derecha, la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), termina inscribiendo como su candidato a Edmundo González, un diplomático retirado y desfasado.
Esa candidatura se decidió en Estados Unidos, a trancas y barrancas. Necesitaban un nombre que se presentara como “unitario”. Aquí los caminos estuvieron cerrados. María Machado se aferró a su libreto de “sin mí, no hay elecciones”. La bajaron de la nube. Francisco Palmieri, embajador a distancia de Estados Unidos en Venezuela, ya lo había advertido: deben acordar un solo candidato. Era la orden.
Manuel Rosales, gobernador de Zulia, que se anotó como candidato con la tarjeta de su partido Un Nuevo Tiempo, no pudo con las presiones. Palmieri lo llevó a Bogotá y le cantó “las cuarenta” y le dio las instrucciones del rumbo a seguir. Lo demás lo hicieron los troles en las redes, con sus descalificaciones, insultos y bulos contra Rosales.
Una campaña requiere de un candidato pero así mismo de un fondo de financiamiento. Y el dinero y el libreto de la campaña tienen procedencia made in USA.
“Es un dato relevante que esta derecha postule candidatos y se sume a lo que llama “la ruta electoral”. Su alegato imbécil de que el gobierno bolivariano no le permitiría inscribir candidatos, era solo una coartada para insistir en una salida violenta y en la intervención extranjera.”
El candidato gringo
Edmundo González es un candidato de trastienda. Creado por Palmieri, otros lobistas, y el Departamento de Estado. Desconocido y con los peores atributos: misógino y racista, según sus mensajes en redes, cuando todavía no era candidato a nada, y se permitía cualquier barbarismo. Conservador es poco. Derecha cipaya. Es una versión de aquel Pedro Carmona, del golpe de Estado de 2002, sólo que esta vez se alega una supuesta ruta electoral.
Para el análisis, cabe anotar que electoralmente es desconocido y raro. Tiene la complicada tarea de reorganizar el campo de la derecha. La comunicación política intentará fabricarle la imagen de alguien “nuevo” e ”inocente”, siguiendo el juego de los arquetipos.
El relato de que “ahora si tenemos candidato”, “apoyado por todos los partidos”, y “la gente de bien” se derrumba frente al hecho cierto de que hay diversidad de candidaturas de oposición, nueve en total: Edmundo González, por supuesto de la PUD; José Brito, Primero Venezuela y Primero Justicia; Daniel Ceballos, Arepa Digital y Voluntad Popular; Javier Bertucci, El Cambio; Claudio Fermín, Soluciones; Antonio Ecarri, Lápiz y Fuerza Vecinal; Luis Eduardo Martínez, AD, Copei y Bandera Roja; Enrique Márquez, Centrados; y Benjamín Rauseo, Confederación.
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Es un dato relevante que esta derecha postule candidatos y se sume a lo que llama “la ruta electoral”. Su alegato imbécil de que el gobierno bolivariano no le permitiría inscribir candidatos, era solo una coartada para insistir en una salida violenta y en la intervención extranjera. Por la fuerza de los hechos tiene que reconocer la institucionalidad de la república, al organismo electoral, a los poderes constituidos, al presidente Maduro, a la Fuerza Armada Bolivariana. Atrás deja el atajo del interinato y toda esa jerigonza. La elección presidencial será el 28 de julio. Punto.
La tradición colonial
La injerencia de Estados Unidos en la elección venezolana es abierta y descarada. El Departamento de Estado actúa y lo hace saber, vía aparato mediático, para que se sepa de su dominio en lo que considera su backyard o patio trasero, a la usanza colonial.
Mantiene su tradición imperial. En 1946 intentó como sucesor de Medina Angarita a Diógenes Escalante, un político progringo que no pudo cumplir ese mandato, por una enfermedad mental. En días recientes, en 2019 reconocieron a Guaidó, como presidente interino, y se inventaron su propio cuento. Hasta hace poco dijeron que la candidata sería María Machado, pasando por alto que había sido inhabilitada.
Esta vez se inventaron la candidatura de este exdiplomático, que vive y piensa más como un agente imperial que como un venezolano. Es un gringo con cédula venezolana.
Pero la mayor injerencia gringa se da por vía del robo de los bienes venezolanos, como ocurre con la empresa Citgo, y mediante leyes y medidas ejecutivas, que bloquean a Venezuela, apoyándose en decisiones coercitivas, unilaterales y criminales.
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Estados Unidos insiste en una política de fuerza, arbitraria y unilateral para arruinar a Venezuela y desestabilizarla, para promover un “cambio de régimen”.
Por un lado cercan material y económicamente al país –no solo al gobierno- y luego pretenden mostrarse como los magnánimos, tan buenos que hablan de “políticas de ayuda humanitaria”.
Por un lado impiden el ingreso de medicamentos y alimentos, se quedan con las recursos venezolanos, y por el otro articulan un discurso que resalta los problemas en los servicios y en las condiciones de vida, para promover su oferta de un candidato salvador, enviado desde Washington.
Desde la esperanza
La oposición de derecha está descubierta. Apoyan el bloqueo con medidas coercitivas y piden más. No tiene excusas. Depende de la injerencia y el financiamiento gringo. Su plan sigue siendo fomentar el caos y darle justificación con el relato de la desdicha.
¿Cómo responder? Contraponiendo la esperanza. Reconociendo errores y omisiones. Escuchando al que habla diferente. Proponiendo acciones urgentes frente a los asuntos cruciales: el salario, el cuidado y la atención de la salud, la educación con calidad, con clases todos los días; acabar con los apagones y los cortes de electricidad, mejorar el servicio de agua y de recolección de desechos.
Palabras más, palabras menos, construir la esperanza de vivir mejor y para eso se requiere lenguaje y capacidad para luchar en el presente e imaginar el futuro. Es la política como disputa de la esperanza. Según Alvaro García Linera (1) “tenemos una obligación o responsabilidad histórica: recuperar para nuestro lado las banderas de la esperanza, porque la política es, en esencia, la conducción de las esperanzas colectivas”.
Autor: Orlando Villalobos Finol
@orlandovillalobos26 @Discurso1
Referencias
- La política como disputa de las esperanzas (2022) Alvaro García Linera. Disponible en: https://www.sur.org.co/la-politica-como-disputa-de-las-esperanzas/

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