Exclusivo. Mancuso: de genocida a Gestor de Paz. Irracionalidades del conflicto colombiano

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Su libertad es cuestión de días. 

De no interponerse una nueva decisión judicial, Salvatore Mancuso saldrá de la cárcel La Picota de Bogotá después que el Tribunal Superior de Bogotá anunciara el levantamiento de 57 órdenes de captura en su contra por haber cumplido con los requisitos establecidos a la luz de la Ley de Justicia y Paz de 2005. 

Y así, uno de los cabecillas paramilitares más sanguinarios más crueles del país —la lista es larga— podría asumir el sorpresivo rol encomendado por el Presidente Gustavo Petro: ser gestor de paz que contribuya con ese anhelo sincero del primer gobierno de izquierda en la historia de Colombia y de millones de personas.

Salvatore Mancuso estuvo 16 años en una cárcel de Estados Unidos en donde fue condenado por narcotráfico, ni un solo día por los cientos de crímenes que ordenó durante dos décadas al frente de varios bloques de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC); un enorme grupo paramilitar aliado del Estado, que bañó de sangre al país con la excusa de eliminar a los grupos guerrilleros. 

Conocido también como “triple cero”, el pasado 27 de febrero fue deportado de Washington a Bogotá, en donde la justicia y especialmente sus víctimas, aguardaban para que —ahora sí— pagara por sus atroces crímenes con una condena de 40 años. Sin embargo por haber permanecido en esa extraña forma de justicia transicional, dentro de la cual se desmovilizó en 2004, la pena es conmutada a ocho años de cárcel. 

Pero también la esquivaría por cuenta de decisiones judiciales y el tiempo que pasó tras las rejas antes de ser enviado a Estados Unidos en 2008. En ese entonces Mancuso y otros doce comandantes paramilitares —que comenzaban a testificar sobre sus asesinatos, masacres, desapariciones y sus estrechos vínculos con el gobierno de Alvaro Uribe Vélez— fue silenciado con su repentina extradición. 

Para leer acusaciones de la fiscalía colombiana contra expresidente Álvaro Uribe

Mancuso lo calificó como una traición del Presidente Uribe y sentenció que lo asumía como una deuda pendiente con la verdad sobre ese oscuro capítulo del conflicto armado interno. De hecho, grupos de víctimas señalaron que Mancuso tenía un deseo genuino de aportar a esa esperada verdad. Entregó, por ejemplo, mapas con lugares en donde fueron enterradas cientos de personas asesinadas por las Autodefensas Unidas de Colombia.

En agosto del año pasado, aún en una cárcel de Estados Unidos, Mancuso habló por videoconferencia con varios medios de comunicación y ya sin la arrogancia que Colombia le conoció como comandante paramilitar, anunció que había aceptado ser gestor de paz del actual gobierno.

“Quiero decirle al país y al Presidente que yo honro mi palabra y acepto la designación que me hace para trabajar de la mano de la Oficina del Alto Comisionado de Paz en la búsqueda de la paz total en la que creo (…) Lo hago para ayudar a buscar esa paz total que necesita Colombia”. 

Así mismo hizo un reconocimiento al Presidente Petro por sus esfuerzos para alcanzar la paz y agregó “La gestoría de paz incluye acercamientos con todos los actores del conflicto y trabajo humanitario, especialmente con víctimas de desaparición tanto en Colombia como en países vecinos. Tiene que ver con la aplicación de un sistema restaurativo que nos permita tener contacto directo con las víctimas, y con los factores de persistencia del conflicto”. 

Sin ninguna duda, esos factores tienen que ver con un escenario del conflicto interno inédito en la nación. Ahora como nunca antes hay diversidad de grupos ilegales los cuales tuvieron dos momentos claves para cooptar territorios. El primero fue el rearme paramilitar tras la desmovilización parcial de las AUC y el segundo ocurrido años más tarde a causa del incumplimiento del gobierno de Iván Duque a los compromisos adquiridos con la firma del acuerdo de paz entre el Estado y las Farc – EP. 

 

 

Algunos de estos grupos cambian de nombre según la región en la que operan como sucede con el Clan del Golfo, grupo paramilitar y narcotraficante con quien se presume que Mancuso haría acercamientos, al fin y al cabo son harina del mismo costal. 

La situación es dramática para los habitantes de estas regiones, los líderes sociales que se oponen a sus acciones son asesinados, se ha aumentado el reclutamiento forzado de menores de edad así como el desplazamiento. Huir de su hogar, de su espacio, de su tierra, resulta con frecuencia la única alternativa para salvar la vida. Recordemos que Colombia ha ocupado por varios años el deshonroso primer lugar en desplazamiento forzado permanente, es decir, quien huye no puede regresar.

Así que ante la pregunta ¿Mancuso podría aportar en términos concretos al anhelo de paz total? Claro que sí, tiene una larga y oscura trayectoria que bien podría poner al servicio del país. 

Y con respecto al sistema restaurativo del que Mancuso habla, ¿será éste el momento, en pausa desde que fue extraditado a Estados Unidos en 2008? Quiero creer que ese día ha llegado. 

La tarea en todo caso es enorme y probablemente durará años, pero sus víctimas lo esperan y el país lo necesita. Son más de cinco mil personas que el propio Mancuso ordenó asesinar en los departamentos de Antioquia, Bolívar, Cesar, Córdoba, La Guajira, Magdalena, Santander, Norte de Santander y Sucre. 

Además, debe pedir perdón por causar desplazamiento forzado, reclutamiento ilícito, masacres, desaparición forzada, tortura, secuestro, acceso carnal violento en persona protegida, actos de terrorismo, destrucción y apropiación de bienes protegidos, prostitución forzada y experimentos biológicos en persona protegida, entre otros crímenes contabilizados en el sistema judicial colombiano. 

Detrás de estas infames acciones hay nombres y apellidos de colombianos y colombianas que ocuparían páginas y páginas de este artículo, tal vez nunca terminaría. Según el informe final sobre el Conflicto Armado del Centro Nacional de Memoria Histórica, Mancuso y sus batallones del crimen agrupados en las Autodefensas Unidas de Colombia, son responsables del 47 % de las víctimas letales. 

Pero todo indica que Mancuso está dispuesto a contar este mar de verdades  —tal como lo prometió hace quince años y lo ha reiterado en varias comparecencias ante la justicia y los medios— no importa el tiempo que pase. Eso sí, debe ser protegido de la mano oscura del Estado que lo creó. 

Así que quiero creer, entonces, que Mancuso dirá quiénes son las víctimas de los hornos crematorios de su autoría para no dejar rastro alguno de los cuerpos y quiero creer que los familiares de las masacres de El Aro y La Granja tendrán reparación y, al fin, un poco de la esquiva tranquilidad que merecen después de tanto dolor. 

Quiero creer que un hombre de la muerte tiene un sueño de paz

Autora: Tatiana Pérez

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