EL TERCER MUNDO

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En el contexto del mundo bipolar de la llamada Guerra Fría; marcado por el enfrentamiento entre el Primer Mundo del capitalismo occidental y el Segundo Mundo del socialismo oriental, el sociólogo francés Alfred Sauvy, en el artículo Tres mundos, un planeta, publicado en 1952, habla sobre la existencia de un Tercer Mundo; “ignorado, explotado, despreciado” y propenso a caer en regímenes “autoritarios”, en lugar de adoptar el libre mercado. En adelante, cientos de países que están en la órbita geopolítica de la disputa protagonizada por los EE. UU. y la Unión Soviética, reciben esta etiqueta que será repetida, reflexionada e institucionalizada, como una forma válida de referirse a pueblos caracterizados por la “ignorancia, la “impotencia”, la “pasividad” y la “pobreza”. 

El antropólogo colombiano Arturo Escobar destaca que el Tercer Mundo, forma parte del discurso del Desarrollo, predominante en los estudios de los cambios económicos, que señala la existencia de regiones que, si bien están caracterizadas por el atraso histórico, pueden encontrar las formas de su progreso hacia la modernidad. 

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Este modelo del conocimiento, profundamente etnocéntrico, tiene efectos desvalorizantes y  justifica el dominio de las potencias primermundistas en áreas consideradas “problemáticas”; cuyo bienestar colectivo dependerá de la intervención de agencias bancarias, instituciones financieras y proyectos científicos tecnológicos, impuestos desde Washington, Londres, París, Berlín, Tokio y Madrid. 

El Desarrollo es una gran invención de la posguerra que tiene un precedente en el discurso dado por Harry S. Truman, presidente de los EE. UU., el 20 de enero de 1949, donde hace énfasis en el “trato justo” a los pueblos cuando afirma que: 

“Más de la mitad de las personas del mundo viven en condiciones que se acercan a la miseria. Su alimento es inadecuado. Son víctimas de las enfermedades. Su vida económica es primitiva y está estancada. Por primera vez en la historia, la humanidad posee el conocimiento y la habilidad para aliviar el sufrimiento de estas personas. […] En cooperación con otras naciones, deberíamos fomentar las inversiones de capitales en las regiones que necesiten desenvolvimiento. Nuestra finalidad debería ser ayudar a los pueblos libres del mundo mediante sus propios esfuerzos a producir más ropas, materiales de alojamiento y más energía mecánica para aliviar sus cargas. Invitamos a otros países para poner en común sus recursos tecnológicos en esta tarea. Sus aportes serán bienvenidos. Esto debería ser una empresa cooperativa en la que todas las naciones trabajan juntos a través de las Naciones Unidas y sus organismos especializados siempre que sea posible. Debe ser un esfuerzo a nivel mundial para el logro de la paz, la abundancia y la libertad. Con la cooperación de los negocios, el capital privado, la agricultura y el trabajo en este país, este programa puede aumentar en gran medida la actividad industrial en otras naciones y puede elevar sustancialmente sus niveles de vida. Estos nuevos desarrollos económicos deben ser concebidos y controlados para el beneficio de los pueblos de las zonas en las que se establezcan. Las garantías para el inversor deben ser equilibradas por las garantías en el interés de las personas cuyos recursos y cuyo trabajo caben en estos desarrollos. El viejo imperialismo-explotador de lucro de los extranjeros no tiene cabida en nuestros planes. Lo que prevemos es un programa de desarrollo basado en los conceptos de justo trato democrático.

 

Esta declaración del nuevo imperialismo-explotador, es secundada por un documento publicado por la Organización de Naciones Unidas (ONU), del 3 de mayo de 1951, titulado Medidas para el desarrollo económico de los países subdesarrollados, en el que se destaca lo siguiente: “Hay un sentido en el que el progreso económico acelerado es imposible sin ajustes dolorosos. Las filosofías ancestrales deben ser erradicadas; las viejas instituciones sociales tienen que desintegrarse; los lazos de casta, credo y raza deben romperse; y grandes masas de personas incapaces de seguir el ritmo del progreso deberán ver frustradas sus expectativas de una vida cómoda. Muy pocas comunidades están dispuestas a pagar el precio del progreso económico.” 

La destrucción de la Historia y la Cultura de los pueblos “subdesarrollados” en aras del avance material de la Humanidad; ésta es la idea central que da sentido a la categoría Tercer Mundo; que tiene sus orígenes en el Mundo Colonial que construye Europa a partir del siglo XVI, cuando se expande e inicia su feroz dominio global, sustentado en el exterminio sistemático de los pueblos “salvajes”, “bárbaros” y “primitivos”, que llevaban miles de años viviendo en América, en  Asia, en África y en Oceanía. También tiene sus raíces en el Mundo Imperial, que lidera los EE. UU., desde finales siglo XIX y principios el XX, y está fundamentado en la expoliación continua de las naciones “pobres”, “hambrientas” y “analfabetas”. 

El Tercer Mundo es una denominación peyorativa que pretende reducir y borrar la memoria, la diversidad y la riqueza patrimonial de sociedades enteras, tal como lo afirma el Comandante Hugo Chávez, en su intervención en la  Cumbre de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, Tratado de Comercio de los Pueblos, reunida en Otavalo, Ecuador, el 25 de junio del 2010: 

El capitalismo nos impuso a los pueblos el llamado Tercer Mundo, la tarea de ser proveedores de materias primas baratas para su industria, el esquema monoproductor, es decir, productor de un solo bien, nos fue impuesto por la división internacional del trabajo, teníamos que especializarnos en teoría en lo que cada uno era más apto, es decir, ellos que produzcan maquinaria y nosotros a seguir produciendo bienes primarios, relacionados con recursos naturales, bienes agrícolas, ganaderos, etc. (…) Hoy tratan de imponernos, la idea a fuerza de los famosos tratados de libre comercio, los tratados de libre comercio, algo que los países desarrollados no practicaron jamás. Estamos dispuestos a firmar tratados, sí, pero de mutuo beneficio sobre segmentos puntuales, estamos decididos a practicar una política de protección, similar a la que esos países practicaron cuando estuvieron en nuestro nivel de desarrollo, estamos conscientes en la necesidad de diversificar nuestra producción, de asociarnos y de no competir entre nosotros como quisieran los grandes, como hemos hecho tontamente, en los últimos años, compitiendo, pagando menos salarios, abaratando nuestros productos para que ganen más los que ya tienen suficiente riqueza, nunca más caer en esas trampas y para no caer, hay solo una respuesta, la integración, la solidaridad, la unión, la acción colectiva, compatriotas.

Autor: Alejandro López. Es un historiador venezolano y el presidente del Centro de Estudios Simón Bolívar (CESB).

 

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